sábado, 31 de diciembre de 2011

Fin de año

 Ya vivimos otra vez en el castillo de siempre. Vuelvo a dormir en mi torre y me gusta mucho, además ahora tengo un agujero para poder subir entre el techo y el tejado, así podré guardar un montón de libros.

 Antes de venir conseguí hacer todos los recados de los duendes a tiempo. Bueno, algunos no quedaron perfectos, pero todos están contentos con mi trabajo y en enero volverán a encargarme más.

 Llevo unos días haciendo muy poco porque nos dejan descansar mientras se vuelve a colocar otra vez todo en su sitio. Tanto tiempo libre no me gusta porque me hace pensar y cuando pienso me preocupo. Ya se acaba otro año y mi vida sigue igual, yo sigo igual. Cada vez estoy más cerca de desaparecer. Los ratos que paso con el sapo me gustan mucho, me distraigo y me lo paso muy bien porque hacemos cosas divertidas. Pero cuando estoy sola, que es la mayor parte del tiempo, las mariposas del estómago se convierten en escorpiones enfadados.

 Cuando vuelva todo a la normalidad otra vez en el castillo creo que me apuntaré a alguna clase de magia.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Recta final

 El troll ha dicho que antes de Navidad volvemos al castillo de siempre. Estoy muy contenta, ya me había acostumbrado un poco a este castillo, pero hace mucho frío y no termino de encajar con el resto del servicio.

 Como ya queda poco, estoy de trabajo hasta arriba. Siento que no puedo con todo pero intento pensar que cada vez queda menos para que todo vuelva a ser como antes. Los duendes se están portando un poco mejor de lo que esperaba aunque no han cedido ni un minuto en los plazos de entrega. El otro día fui a entregar una partida a un duende gordo y bonachón y me animó. Me ofreció el doble del precio y una ninfa dorada si conseguía entregarlo todo a tiempo con la máxima calidad, me dijo que confiaba en mí, algo que hacía mucho que no oía.

 Por otro lado, casi no veo al sapo. Me cuesta mucho, pero el poco tiempo que tengo lo necesito para los duendes. Aun así siempre encuentra un hueco para hacerme feliz. El troll ya le conoce y el sapo que es muy listo ha sabido caerle bien. Seguramente cuando nos mudemos al otro castillo le de un pase libre para entrar cuando quiera por el foso.

 Tengo muchas ganas de ver a mis dragones otra vez. Huesos casi no conoce el castillo viejo y allí podrá crecer todo lo que le queda. Quiero que la próxima semana pase volando.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Demasiado trabajo

 Ayer fue mi cumpleaños. Ya he dejado de ser un bebé a ojos de los demás y no me gusta. Yo no me siento diferente.

 Este mes pasado ha sido horrible con el trabajo. No he estado apenas parada. Tenía mucho retrasado después del accidente con el pegaso y todavía hago las cosas más lento porque no me recupero del todo. Lo peor es que este mes que empieza, hay mil cosas que hacer. Los duendes del bosque me han amenazado si no lo hago todo a tiempo y tengo un poco de miedo. No me veo capaz de dar abasto.

 Con el sapo estoy feliz, pero en cuanto vuelvo al castillo las torres se me caen encima. Este fin de semana me he escapado para poder pasar un rato en mi cumpleaños sin preocupaciones. Aún así por la mañana tuve que fregar las mazmorras y pelear con todas las criaturas de la oscuridad que viven allí y que odian colaborar con cualquiera. Por la noche fui a cenar a un claro del bosque donde vinieron siete amigos. El sapo, el león cobarde (que se fue porque tenía miedo), tres lechuzas, una elfa y un semigigante muy majo al que casi nunca veo. Al principio la cenar se estropeó un poco porque una familia de sátiros nos quiso robar, pero la elfa con un poco de magia pudo hacer que se fueran. Me regalaron un montón de cosas, lo mejor son libros y cosas para escribir que hacía mucho que no tenía tinta bonita y me tenía que apañar con la mezclar casera de carbón y aceite.

 Tengo muchas ganas de que vuelva la calma al castillo, de poder estar sentada en una piedra junto al sapo y no preocuparme por nada más.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Vuelta a la realidad

 Desde ayer ya no tomo pociones para el dolor, el alquimista ha dicho que no hace falta, que con una rodaja de raíz de mandrágora al día es suficiente. De momento ha vuelto a dolerme. Yo creía que el golpe con el pegaso no había sido para tanto, pero veo que es más serio de lo que pensaba, es lo típico que ves que le pasa a los demás pero nunca piensas que te puedes ver involucrado de verdad.

 Como ya no tomo las pociones fuertes vuelvo a ser dueña de mi cerebro y me he encontrado con que llevo una semana de retraso en mi vida. Anoche me asomé a la ventanita que hay en el pasillo de mi mazmorra y vi unos cuantos pergaminos enrollados todos atados a la reja. Eran peticiones de los duendes a los que a veces ayudo. Me había olvidado por completo de ellos. Esta mañana he ido a tratar de arreglarlo y han sido un poco comprensivos, pero aún así tengo que hacer lo mismo. Me esperan noches en vela a cambio de botellas con ninfas para conseguir sus favores. Al menos merecerá la pena.


 Otra cosa de la que me he dado cuenta es de lo mucho que echo de menos el jardín de la azotea. Con lo mal que tengo el cuello no me dejan subir las escaleras estrechas de caracol y una de ellas es la que lleva a la azotea. Allí suelo estar un rato con las flores, me gusta una Violeta, es más pequeña que las demás pero tiene el color más vivo.


 Espero que todo esto pase y vuelva la normalidad cuanto antes. Por lo menos vuelvo a estar un poco más contenta, aunque sólo sea la energía que me da pensar en todo lo que tengo que hacer, no puedo dejar a los duendes tirados. Voy todo el día como el conejo blanco de Alicia en el país de la Maravillas. No tan elegante, claro.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Crisis

 No sé qué me pasa. Después del accidente de vuelo todo ha sido un poco una mierda porque no me he curado bien y me duele mucho el cuello. No puedo hacer nada sin que me apuñale el dolor. En el castillo tengo que seguir trabajando igual que antes y veo que  no llego a lo que me piden. De todas maneras, tampoco tengo ganas. Yo siempre intento pasarlo lo mejor posible dentro de lo malo, me gusta escaparme al bosque, ir a ver a los dragones, lo que fuera para distraerme, pero ahora me paso el día entero con la cabeza en otro sitio por las pociones que me dan para el dolor y cuando tengo que hacer alguna tarea tardo días enteros cundo antes sólo tardaba unas horas. Salgo mucho más a intentar divertirme y no lo consigo, no sé si tiene que ver con el dolor o porque he vuelto a respirar demasiado gas en la mina de rubíes pero vuelvo a estar triste en general. He pasado ratos con el sapo y aunque en el momento no lo esté pasando mal, cuando vuelvo a mi mazmorra me siento mal por lo que he hecho, siento que me estoy engañando y no puedo parar.
 Me da miedo volver otra vez a ser como era antes. Todavía no sé cuándo volveremos al otro castillo, echo de menos muchas cosas, mi torre. Aquí todo me cuesta más y cuando me siento así sólo quiero ir a la mina de rubíes, pero ahora no puedo porque estoy vigilada todo el tiempo por el alquimista barato que ha contratado el troll para curarme. 
 Me siento como Woody cuando tiró a Buzz, pero volvería a tirarlo.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Accidente de vuelo

 Ayer el troll me mandó a comprar sal para su baño semanal. Últimamente se lava muy a menudo y parece más contento, no sé qué negocios se traerá entre manos. Lo bueno de este inusual buen humor es que en lugar de darme una mula para ir al valle de las lágrimas, me dejó ir volando.

 Cuando fui era media tarde, tuve que ir todo el rato tapándome los ojos para no quemármelos con el sol, pero me daba igual, con su permiso puedo volar sin preocuparme de que me pille la guardia y me corte las alas. Al llegar, estaban como siempre todas las almas llorando flotando encima del lago. Siempre me da pena ir porque es una de las peores condenas que hay, pasar la eternidad llorando por algo que no pudiste superar en vida. Sin embargo, los elfos que llevan el negocio de secar agua para conseguir la sal de las lágrimas son muy divertidos. Están todo el día haciendo bromas, ellos no oyen a las almas en pena, sólo ven sombras que brillan, entonces les parece un trabajo muy bonito. Así que después de pasar un buen rato con uno de los elfos, guardé las bolas de sal y emprendí el vuelo al castillo.


 Ya era de noche cuando sobrevolaba el bosque, pero se veía bien. Eso creía yo, porque justo cuando pasaba por encima de las setas de los gnomos un viejo montado en un pegaso me arrolló y en cuanto comprobó que seguía viva se fue porque llegaba tarde. Ni que fuera el conejo blanco. No me parece justo que la gente que vuela con pegasos use los mismos caminos que los que vamos a cuerpo, no es justo. Allí me quedé tirada con el cuello roto hasta que un fénix de la guardia nocturna me vio y me curó con una lágrima suya.


 Menos mal que con el nuevo humor del troll no me castigó por llegar tarde, eso sí, al día siguiente a trabajar como todos los días, aunque me sigue doliendo mucho.

domingo, 30 de octubre de 2011

Feria de calabazas

 Ya se acerca el día de los muertos. El troll ha prohibido celebrarlo en el castillo porque dice que no quiere nada de religiones, que nos distraen del trabajo. A mí los dioses no me preocupan mucho, pero es una fiesta que me gusta mucho porque hay muchas velas encendidas por la noche y es muy bonito todo. Llevo trabajando todos estos días más de lo normal para que me de la noche de la víspera del día de los muertos libre. 

 Voy a ir con el sapo a la feria de las calabazas. Es como un circo donde las calabazas hacen todo tipo de trucos con fuego de todos los colores. Me gusta que al final todo el aire huela a comida calentita. Tengo muchas ganas de ir, nunca he  visto a calabazas de verdad actuar. He oído que una tiene la cabeza de Jack Skellington y me hace ilusión verla. En la ciudad del castillo anterior nunca había ferias de ese tipo, bueno, casi de ningún tipo. Si no fuera porque en este nuevo castillo no tengo a mis dragones y apenas veo al sapo, yo creo que me gustaría mucho vivir aquí. Aunque hace más frío que en el otro castillo.

Por otro lado, he buscado un trabajo sin el consentimiento del troll en el bosque. Aprovecho que tengo que ir a menudo a cortar leña para encontrarme con unos duendes. Ellos me dan telas de colores y yo les coso disfraces. Es muy divertido y me han prometido que si algún día se van más allá de las montañas podré ir con ellos y ganar dinero. Espero que sea verdad. Sería una oportunidad perfecta para abandonar al troll asegurándome algo de lo que vivir. De momento sólo me quita horas de sueño a la luz de una vela en mi mazmorra, pero al menos hago algo que me hace sentir bien.

lunes, 17 de octubre de 2011

El kraken

 Este fin de semana lo he pasado con el sapo. Llegó sin avisar y me puse muy contenta. No hicimos gran cosa, pero hablamos mucho. Esperó a que terminara de trabajar para llevarme a dar un paseo volando. Fue divertido. Pero lo mejor fueron las noches.

 Fuimos al lago que hay al otro lado de la ciudad y cogimos una barquita. El tritón que lleva el negocio nos dio una azul muy bonita. Por magia avanzaba sola, así que no me tocó remar porque no sé cómo iba a hacerlo el sapo... Las hadas del bosque brillaban por toda la orilla y guiaban el camino hacia el río. 
 Al volver al lago las hadas habían desaparecido y toda la luz venía de la luna reflejada en la superficie del agua. Estaba muy oscuro e intentamos que la barca llegara al muelle, pero no se veía por ninguna parte. De la nada, el agua se abrió y un cuerpo colosal salió de las profundidades del lago, le acompañaban tentáculos más grandes que las torres del castillo. La barca se zarandeó como un patito de goma y se llenó de agua. Estuvimos a punto de volcar si no es porque el sapo me agarró para hacer contrapeso y equilibrarla.
 El enorme monstruo abrió la boca, tan grande que podrían caber tres dragones adultos sin estar apretados. Estaba llena de filas concéntricas de dientes puntiagudos como espadas. Eramos como Piratas del Caribe pero sin un barco que soporte las embestidas del animal. Emitió un sonido profundo y atronador, con un aliento putrefacto y eructó el cráneo de una ballena. 

 Tal cual había llegado se fue. Dejándonos con el corazón en la garganta. No me gusta pasar tanto miedo.

Desde entonces duermo en la mina de rubíes, prefiero un mal que pueda controlar. Por cosas así había decidido hace años no volver a nadar, pero no le puedo negar casi nada a esos ojos verdes.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Muerte del basilisco

 Ayer, después de un aburrido día de trabajo llegué a mi habitación, antes mazmorra y encontré un búho gris dormido en mi almohada con un pergamino atado a la pata. Lo cogí con cuidado y lo desenrollé. El mensaje lo había escrito alguien que no tenía mucha costumbre, era como la letra de un niño que está aprendiendo pero con la caligrafía de hace más de cincuenta años. Por fin una buena noticia en el castillo.

 El cuidador de los jardines había encontrado y matado al basilisco. En el pergamino contaba que se acercó a las perreras porque había mucho ruido y se lo encontró atascado entre dos barrotes rotos. Cogió un hacha y le cortó la cabeza. No saben seguro si es el mismo que atacó a las aves de rokh porque medía doce metros, demasiado grande para ser una cría.
 El hombre está muy contento porque el troll le ha permitido hacerse un puñal con uno de los colmillos del animal. La piel y todo lo demás se lo ha quedado el troll para sus negocios.

 Por un lado me alegro de que ya no haya peligro de morir por el ataque de un basilisco, pero me da un poco de pena que lo mataran, le podían haber llevado al otro lado de las montañas negras y soltarlo allí. De todas maneras, eso no ha cambiado mucho mi situación porque sigo sin poder acercarme a las jaulas. En este castillo todo es muy raro, se parece al anterior, pero funciona de manera distinta y no consigo acostumbrarme. Tiene la ventaja de que ahora veo muy poco al troll, pero a cambio es mucho más estricto hasta que imponga su autoridad y le quede claro a todos los sirvientes de aquí quién es. A veces me acuerdo de Cenicienta, si mi vida fuera un cuento podría tener la esperanza de que algún día habrá un final feliz.

 Me consuelo pasando las noches en mi jubón, ahora miro la medalla de la Guardia Real y de vez en cuando me escapo a la mina de rubíes. Hecho de menos a mis dragones y no sé si algún día volveré a verlos.

sábado, 8 de octubre de 2011

Medalla de la Guardia Real

 Hace ya más de un mes que terminé el nivel principiante de las clases de vuelo, pero con todo el jaleo de cambios de castillo no había vuelto a volar desde entonces.
 Se supone que con este nivel  puedo volar siempre que me acompañe alguien con el diploma de experto y sin salir del casco de la ciudad. Yo no tenía intención de ir más allá de los terrenos del castillo, ni si quiera pensaba salir del jardín de atrás, así que me lancé a volar. Al principio me costó coordinar un poco todo mi cuerpo, pero en seguida empecé a deslizarme como si fuera un genio azul. Estuve un rato flotando, pasé por encima de las jaulas de las aves de rokh a las que no me dejan acercarme desde lo que pasó con el basilisco, pasé los dedos por el fango de la laguna y luego me elevé todo lo que pude, disfrutando sólo del aire. Se nota que sólo he hecho el primer nivel de vuelo porque apenas llegué a las torres altas, pero era suficiente para ver más allá de los muros del castillo, y lo que vi fue una manada de dragones en formación por el bosque.
 Hecho mucho de menos a mis dragones y no había nadie volando a esas horas así que decidí acercarme a verlos.
 Cuál fue mi sorpresa al ver que era un ensayo de la guardia de la reina Queen para un desfile.

 En una pirueta en la que volaban bocabajo uno de vio y dio la alarma. Intenté huir pero me alcanzaron enseguida, si tuviera el amuleto de volar de Séptimus... con la mala suerte que me caí a los árboles. Caí en un nido gigante así que no me hice daño. Los jinetes dieron la orden de fuego y en un instante lo dragones convirtieron las ramas en cenizas y el nido quedó envuelto en llamas.
 Ya olía a huevos cocidos cuando los tres huevos se abrieron y de ellos salieron tres pollos rojos horribles. Los dragones volaron hacia mí en picado. Cerré los ojos esperando el impacto pero no llegó. Los abrí y dos jinetes habían bajado al nido, lo habían apagado y estaban recogiendo los pollitos.

 Lo siguiente digno de mención es que me llevaron de vuelta al castillo sin penalización por volar. Y al día siguiente llegó una lechuza blanca real con una medalla por servicios prestados a la corona.
 Al parecer los pollos rojos y feos eran bebés de fénix.

domingo, 2 de octubre de 2011

Cumple de Huesos

 Hoy Huesos cumple cinco meses. Ha crecido mucho desde que la recogí. Pesa diecisiete kilos y es tan alta como mi cintura. Me gustaría hacerle una fiesta, pero no hay nada para eso. Así que, como es domingo y el troll se ha ido a ver peleas de gigantes, nos hemos ido al bosque. 

 Ha habido suerte. Yo había pensado ir a jugar al pantano del hedor eterno. Ya que no puede volar, le gusta mucho nadar y escarbar en el barro. Pero cuando hemos llegado no había agua, se había evaporado toda. Se sentía la humedad casi un kilómetro antes de llegar. En su lugar había cientos de pequeños regueros de lava roja. Se acerca en invierno, así que el calor era muy grato. Huesos y yo no podemos jugar con la lava, pero había una manada entera de drasnos de todas la edades haciendo una fiesta. Huesos se ha hecho amiga de una drasnita de su edad. Ha sido la imagen más adorable de mi vida. Se han revolcado por la tierra, han hecho túneles por debajo de la lava, intentaban volar sin éxito... Me ha dado mucha pena cuando ha oscurecido y nos hemos tenido que ir. Era la primera vez que veía drasnos, ni siquiera sabía que había en este bosque. Espero que vuelva a haber ríos de lava pronto.

 Y hay otra buena noticia. A lo mejor dejo de estar tan sola. Aquél sapo que veía pasear con un cachorro de lobo no era mi sapo, pero era un amigo suyo, así que es probable que venga a verme pronto.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Solos

 Ya va a pasar un mes desde que cambiamos de castillo. Al final no he sido todo tan traumático (sin contar un par de incidentes), pero sí que noto una sensación extraña en el cuerpo. Siento que algo me invade poco a poco, que se apodera de mi cuerpo como un alien que crece en secreto hasta que decide salir. Espero que no sea uno, no quiero que empiecen a salir criaturitas de mi cuerpo.

 He notado la ausencia de mucha gente. Es verdad eso de que no notas la importancia de algo hasta que lo pierdes. Yo solía hablar casi todas las noches con el Espantapájaros. La verdad es que no lo tenía en muy alta estima. A veces era entretenido. Otras me daban ganas de preguntarle qué había sido de su cerebro, pero habría sido muy cruel. Ya hace mucho para tener serrín y alfileres en la cabeza. Incluso después de que el sapo comenzara a visitarme en la torre, seguía hablando con él, aunque sólo fuera para contarle lo que hacía durante el día. 
 Siempre me había dado un poquito de pena, bueno, más que pena le tenía ese cariño que le tienes a las cosas que quieres proteger porque te parecen desamparadas. Me parece muy anodina una vida que consiste en estar en la plantación sin poder moverte, día tras día, sin poder tener vida propia. Se puede ver en sus ojos que quiere salir de ahí, encontrar quien le quiera y con quien estar, aunque sea una rata de pantano. Pero eso nunca va a pasar porque en cuanto se descuelgue del palo que lo sujeta caerá al suelo como el montón de tela y paja que es y nadie irá a levantarlo.
 Me gustaría poder enviarle una paloma o un cuervo para tener noticias de él, pero su trabajo consiste, precisamente, en evitar que ningún ave se acerque a él, así que tendremos que esperar a que el troll acabe lo que sea que ha venido a hacer aquí y decida volver.

 Por lo demás, vuelvo a sentir la soledad de hace unos meses, unos años. Igual que era antes sin nadie a quien recurrir. Nadie sabe que estoy aquí, por lo menos nadie que pueda venir. No es la misma soledad, esta duele un poco más porque ya he conocido lo que es tener a alguien. Esto es lo que me daba miedo y veo que se está cumpliendo. En cuanto se abra la mina de rubíes todo volverá a ser tal cual era.

 Ya casi no veo magia.

martes, 27 de septiembre de 2011

Canguros

 Al final me han asignado más o memos el mismo trabajo que hacía en el anterior castillo, después de lo del basilisco no confían mucho en mí. No fue culpa mía, pero a nadie parece importarle. 
 Parece que aquí no ha limpiado nadie competente en años. Y pensar que antes me quejaba de las doxys que había en las cortinas del otro castillo. Sólo de pensar en el trabajo que me queda por hacer y en las palizas que me pego cada día cubo de agua para arriba, jabón para abajo, me canso. Anoche no necesité ni poción para dormir, según me tiré en al lecho, así he amanecido hoy. Bueno, más bien me han despertado, porque todavía quedaba un rato para que el sol se dignara a aparecer. Me gusta esa poción, en general todo lo que lleve ajenjo me gusta. Lo único bueno es que no me han separado del todo de los animales, me han dejado encargarme de guardar los perros por la mañana en las perreras y soltaros por la noche para que protejan los terrenos. No es lo mejor del mundo, pero al menos así tengo algo de compañía aunque sólo sea un rato, y si cuento los perros que tienen más de una cabeza aún tengo más compañía.

 Todavía no me ha visitado el sapo. Más de una vez me ha parecido verlo por la noche en la linde del bosque paseando con un cachorro de lobo, aunque a lo mejor no era él y sólo son mis ganas de tocarlo.

 Hubo una invasión de canguros. Parecía pacífica pero al final eran demasiado, eran como los escarabajos de La Momia. Llevamos unos días cenado canguro. Una carne muy rica, por cierto.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Primeros pasos en el castillo nuevo


Las dos primeras semanas en el castillo nuevo han sido un poco desastre, pero me lo he pasado bien.


 La primera semana no pasó mucho. Era un sitio nuevo donde no conocía a nadie. Mi tarea principal era enterarme de todo lo que había que hacer en el castillo para informar el troll. Yo creía que era algo fácil, pero no tuve en cuenta que todas quiere decir todas. He estado casi las veinticuatro horas del día subiendo y bajando escaleras, perdiéndome por pasillos y siguiendo a todos los integrantes del servicio del castillo para saber qué hacían y cuándo. 
 El matrimonio encargado de los terrenos exteriores me vio deambulando y al final me pidió si podía ayudarles con los animales una semana mientras llegaba el cuidador de verdad. Yo ya le había entregado el informe al troll, así que perfecto, a lo mejor allí también había dragones.
 No había dragones, pero no me pude quejar, tenían un criadero de ave rokh y otro de vetusta morla. Los pájaros no me emocionan, pero estos eran especiales, apenas tenían dos semanas de vida y ya eran casi tan grandes como un buitre, las tortugas sí que me gustan, pero no había pequeñitas, las más jóvenes ya tenían dos y tres años.


 La segunda semana la pasé cuidando de las aves. Eran tan adorables. Parecía todo demasiado bonito. Casi al final de la semana, esta yo paseando por el jardín después de comer, el único momento en el que el castillo se para y parece desierto. Nadie perdona la siesta. Estuve un rato en el estanque con las crías de vetusta morla. Me gusta meter los pies. Cuando me estaba durmiendo oí jaleo en la jaula de los pájaros, me acerqué y vi que estaban todas juntas en la equina de la puerta intentando volar. Me sorprendió porque antes apenas las había visto moverse torpemente. Y algo me paralizó. En la otra esquina de la jaula vi un bulto moverse. Tenía plumas. Me acerqué a la reja y el bulto se convirtió en un basilisco que se estaba comiendo a una de las crías que estaba tullida, ya sólo tenía fuera las plumas de la cola. En cuanto me vio lo regurgitó entero, alargado, hinchado y pringoso y se alzó unos tres metros, casi hasta el techo. Recorrió en menos de un segundo los diez metros que nos separaban y puso su cara a mi altura. Yo grité y el basilisco enseñó los colmillos chorreantes de veneno. También era una cría, se asustó de mí y pude mirarla a los ojos. Se escabulló por el desagüe.
 Cuando pude recuperarme y avisar al matrimonio los polluelos de rokh ya estaban picoteando a su hermano muerto. Lavamos todo el veneno con poción limpiadora e inundamos el desagüe, pero una semana después todavía no ha aparecido el basilisco así que estamos todos un poco tensos. Ya nadie se atreve a salir del castillo ni a ir al baño sin antes asegurarse de que nada va a salir por sorpresa.


 El troll me castigó por no cumplir mi trabajo y dejar que un pollo muriera. Me pasé tres días sin salir de una habitación en las mazmorras. Tuve tiempo para pensar, de hecho era lo único que podía hacer además de dormir, y creo que no hay crías de vetusta morla porque se han comido los huevos. Era muy raro que un basilisco no hubiera salido antes a comer, pero si había encontrado un nido repleto de huevos frescos, podía haber aguantado un par de años sin salir a la luz.


 Sigo a la espera de encontrar mi sitio en este nuevo lugar.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Historia de un Sapo. Parte II

   Me pasé toda la semana pensando en ella, obsesionado con su mirada y con su sonrisa, y pensando si sería capaz de reconocerme entre los otros sapos, o solo era uno más, con el que había compartido unos buenos momentos, una noche de verano...
  Así que decidí que volvería a verla, y no pararía hasta conseguir que sus ojos me miraran y su sonrisa fuera solo para mí (no sé si lo he dicho ya, pero los sapos somos muy cabezones por naturaleza). Así que aproveché la primera oportunidad que tuve y me planté delante de ella con mis mejores galas y mi mejor sonrisa... ¡y funcionó! conseguí que esa noche sonriera también. Y a la semana siguiente, quedamos para dar un paseo por la feria de los sapos, y hasta estuvimos trabajando un poco en ella, a cambio del pago habitual, algo de sal para el castillo... (los sapos pagamos con sal en vez de con dinero.. algún día os contaré el porqué de esta costumbre).
 Y así pasaron las semanas... yo estaba seguro de que en su interior, estaba creciendo algo por mí, y mis sentimientos se hacían más fuertes cada vez que ella sonreía... pero también me daba cuenta de que había barreras que tendría que superar, casi desde el principio, supe ver que no sería tan fácil escalar a su corazón, como a la torre de su castillo. Pero no me podía rendir... no está en mi naturaleza.
 Poco a poco, conseguí romper las barreras que había a su alrededor, y que confiara en mi... dedicamos nuestro tiempo libre a vernos, no era necesario hacer nada especial, no hacía falta demostrarse nada el uno al otro... solo pasar el tiempo juntos, y disfrutar hablando, riendo, jugando... poco a poco, estamos construyendo algo. Paso a paso recorremos un camino juntos, y no sabemos donde nos llevará, pues nadie lo sabe cuando lo emprende... solo sé que me gusta estar con ella, y a ella le gusta estar conmigo... y que cada vez que encontremos una piedra en el camino, la saltaremos juntos. Cada vez que perdamos el rumbo, lo encontraremos entre los dos. Cada vez que un arrollo cruce el camino, cuatro manos levantarán un puente... lo podemos conseguir, yo creo en nosotros… no sé si lo he dicho ya, pero los sapos somos muy optimistas.
Croac... croac...
 

martes, 6 de septiembre de 2011

Cambio de castillo

 Hoy nos hemos trasladado al castillo nuevo. De momento me da miedo. Es muy grande, no conozco a nadie y no tengo un sitio para mí, me han dicho que ya me darán uno si me quedo. Mi trabajo de momento es servir al troll como de costumbre, pero aquí no hay dragones para cuidar. Un viejo supervisor me dijo que en el patio de atrás tienen unas cuantas mantícoras y que probablemente me toque cuidarlas pronto porque los que se dedican a eso suelen durar poco. A mí me gustaban mis dragones, eran peligrosos, pero yo ya les había cogido el punto y no me solían hacer mucho daño.

 Bueno, todavía queda una pequeña posibilidad de que el troll decida que volvamos a nuestro castillo de siempre. Si no consigue vender a buen precio la cosecha de este verano, lo más seguro es que se enfade, le de una paliza al primer criado que se cruce en su camino y después todos al castillo tan contentos. Mi Hada Madrina tiene un poco de razón, a lo mejor este castillo no es tan malo y sólo necesita una oportunidad. Vale que no es Harrenhal, pero no termina de convencerme. De todas maneras y como siempre, tendré que hacer lo que me toque, quiera o no.

 Y como no podía ser de otra manera, para que le coja más cariño a este sitio, hay una mina de rubíes que brilla todas las noches en el límite del bosque. He pasado la primera noche metida allí casi sin descanso, cómo me odio por ir, pero es que el brillo es tan bonito.
 Espero que el sapo encuentre el camino a este nuevo sitio, me fui sin poder despedirme y noto su ausencia, quiero tocar esa piel que antes tanto rechazo me producía. Estoy como Gary sin su galleta.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Lo que viene y lo que hay

 Se acaban las vacaciones y los trabajos reducidos.

 Este momento siempre me había hecho ilusión porque, aunque supone volver a estar bajo el troll, también es volver a estar entre los dragones, rutas por el bosque para recoger fruta, pasear por la ciudad y el bullicio de castillo. Pero este año no. No quiero que pase el tiempo, me da miedo todo lo que se me viene encima.


 No sé cuándo, me el troll anunció que nos iríamos provisionalmente a otro castillo, lejos de aquí durante unos meses mientras desinfectan este de hadas salvajes, esas que parecen ratones con alas. A mí me gustan porque son suaves, me da pena que las maten. Durante todo ese tiempo, estaré en un sitio extraño, sin mis cosas, mi única compañía. Tampoco es seguro que me vuelvan a encargar de los dragones. Aunque era u trabajo extra agotador, a mí me hacía sentir bien. Les acabo cogiendo cariño. Si me ponen de compañía de algún caballero me muero. Odio los caballos.


 Sé que no puedo hacer nada por evitar lo que viene, sólo esperar. Mientras, me voy ahogando poco a poco en el pantano, a veces me recuerda al pantano del Hedor Eterno, por el paisaje, no por el olor. El verde ya me llega a las rodillas. Llevo todo el día comiendo sopa de cieno y siempre quiero más. Quiero salir de aquí, podría hacerlo en cuanto me lo propusiera, pero me da miedo porque está justo al lado de una de las entradas de la mina de rubíes. No sé qué es peor.


 Lo único que me hacía mantener un poco la alegría era la visita de un druida que se supone ya debería haber llegado, viejo amigo del lugar. Es el único que podría salvar mi brazo. Sólo espero que no se demore mucho más y lo pierda para siempre. Por si acaso, ya me voy haciendo a la idea.

lunes, 22 de agosto de 2011

Historia de un Sapo. Parte I

Croac... croac...

 Todavía recuerdo la primera vez que la luz de su torre llamó mi atención... era verano, y habíamos montado una gran fiesta en la charca para celebrar el tiempo estival... los sapos somos gente sencilla, y no tenemos por costumbre complicarnos la vida, pero ese día montamos una buena, la verdad, tanto que en un momento de la noche, tanto ruido y tanta gente hicieron que mi necesidad de soledad se acrecentara (no sé si lo he dicho ya, pero los sapos somos también solitarios por naturaleza). Así que me dediqué a saltar sin un rumbo definido, lejos del alboroto, buscando algo de tranquilidad, en pos de la paz que me faltaba. Salto a salto, mis pasos me llevaron al pie de una torre... en ella, había una luz que brillaba titilante rompiendo la noche. En ese mismo momento, me di cuenta de que había estado dirigiéndome hacia esa misma luz desde hacía algunos saltos, no era casualidad que estuviera allí... así que decidí subir a la torre y seguir mis instintos... las torres son complicadas si eres un sapo, pero la curiosidad era demasiado grande como para dejarla a un lado, así que ascendí a duras penas y me asomé por la ventana.

 Mis ojos hicieron una rápida batida por el interior de la habitación, cautos ante lo desconocido... y enseguida repararon en ella... era una chica, vestida de humilde manera, sentada sobre la cama ojeando unos viejos pergaminos... ¡la princesa del castillo!, pensé, pero no era lógico que una princesa vistiera de aquella manera, ni el interior de sus aposentos encajaban con los aposentos que una princesa debiera tener, así que supuse que se trataba de alguna criada o dama menor. Después de jugar a adivinar quien era, me dediqué a observar y escuchar lo que decía, y cuando me quedó claro que no era un peligro para mí, entré en su habitación y me presenté.

 Al principio tuvo miedo, lo entiendo, no todos los días entra un sapo en tu vida, y menos por una ventana, pero después estuvimos hablando, y se estuvo riendo conmigo... hasta conseguí darle un masaje con mis verdes manos... fue una noche mágica, y me dio mucha pena que se acabara... no sabía por qué... pero esa chica había despertado en mí sentimientos que creía apagados desde hace mucho tiempo. Quería volver a verla.

jueves, 18 de agosto de 2011

Carta a --

 Querido --:

 No quiero que lo pases mal por mí, por eso te envío esta carta con un urraca, pero sólo puedo hablar contigo. Tengo que pensar en ti todo el rato para no llorar delante de los demás porque si lloro me ganaré un par de golpes extra, grillos y humillaciones. No quiero volver a ser como antes, yo creía que ya empezaba a ser feliz pero me vuelve a doler como antes. Sólo quiero una vida normal, no acostarme llorando y que me duela todo el cuerpo, que se me doblen las rodillas al caminar porque no puedo con mi propio peso. Necesito sentirme apreciada, no mucho, me conformo con que no se desprecie y pisotee todo lo que hago con esfuerzo y sin rechistar. Todo me duele.
 Cuando te vea quiero abrazarte muy fuerte y no soltarte, decirte lo que no puedo escribirte por si alguien intercepta el pájaro.

 No me gusta cómo era antes y me da miedo ver que estoy volviendo a seguir el mismo camino: dejar todo para servir al troll, hasta abandonarme. Llega un punto en el que mi cuerpo sigue funcionando como puede, pero mi cerebro se apaga y deja de luchar contra la situación. No quiero ser un zombi. Me ha dicho que no vamos a volver al castillo cuando nos vayamos de este pueblo. No he recogido mis cosas. No sé dónde vamos a vivir pero no puedo con el trabajo extra que supone prepararlo todo, yo quería estudiar y aprender para no cargar piedras y limpiar como llevo haciendo desde los seis años, quiero otra cosa, pero algo fuerte me va aplastando poco a poco. 

 Esta es la tercera copia que escribo y parece que esta vez las lágrimas no la han emborronado casi, ya temía en que esto se convirtiera en un capítulo de Alicia en el país de las maravillas y acabar nadando en mis propias lágrimas, creo que me basta con dormir sobre ellas.

 Si puedes, hazme llegar algo empalagoso, lo necesito.

Un beso
Sally

miércoles, 27 de julio de 2011

Paseo por el bosque

 Hoy he ido a pasear con Lou por el bosque, Huesos no se puede venir todavía porque es pequeña y no sabe volar, cualquier criatura se la podría comer.

 Todo apuntaba a un paseo tranquilo, últimamente las cosas van bien, no pasa nada especialmente malo. Son vacaciones y el tiempo pasa sin mayor preocupación. Ese es el problema, el tiempo pasa y no te das cuenta. Empezamos a andar como de costumbre, a Lou le apetecía ir por el camino serpenteante. A mí ese camino me gusta pero no lo suelo tomar porque es muy fácil perder la noción del tiempo, es como atravesar la niebla y llegar al mismo mundo donde todo es igual pero te da la sensación de que es diferente, como si lo hubieran sustituido todo por copias exactas que hacen lo mismo, lo que, en la práctica es lo mismo pero no es igual.
 Lo que tiene la aparente felicidad es que te vuelve benevolente y como estamos de vacaciones le di el capricho de ir por donde él quería.

 Echamos unas carreras por la vereda del río, nos divertimos mucho, incluso me dejó ganar una. El tiempo vuela cuando te lo pasas bien y si no, ya está el rey de los goblins para adelantar el reloj a placer. Cuando nos dimos cuenta ya había oscurecido y al cruzar el río nos asaltó un hijo de Aragog, corrimos pero nos alcanzó, bueno, me alcanzó a mí porque Lou ya estaba bastante lejos. Me mordió el brazo pero conseguí escapar, justo apareció Lou por detrás y le mordió la nuca paralizándolo al instante.

 Conseguimos llegar al castillo, pero no había nadie para ayudarme, no sé si perderé el brazo.


jueves, 14 de julio de 2011

Clases de vuelo

 He pensado que ya es hora de aprender a volar. Encontré un profesor que parece bueno, al menos tiene mucha paciencia. He empezado con los ejercicios preparatorios y bueno, algunos se me dan mejor que otros, pero lo he cogido con ganas. Me he dado cuenta de que estoy en muy baja forma, casi podría pasar por la hermana de Gordi. Me canso y a veces paso miedo porque aunque las alturas me gusten, de vez en cuando se me va un poco la cabeza y lo paso un poco mal.
 Casi todo el mundo sabe volar, bueno, los niños no, pero porque es una barbaridad dejar a un niño que vuele, las personas son las únicas criaturas sin alas que tienen permiso para volar y como todo el mundo sabe, los niños no son personas aunque lo parezcan. Yo creo que ahora es un buen momento. Si me hago daño se supone que todavía soy joven para recuperarme y si no, se supone que así me acostumbraré mejor a la nueva situación.

 El troll no quiere que vuele, dice que es muy peligroso, que piense antes en otras cosas, que no quiere que me haga daño, ¿cómo se atreve a decir eso? claro, como las palabras y las acciones no duelen. Cada día me parece más que tiene el virus zombi latente. Pero él no puede decidir sobre mi vida. No tengo cinco años y no soy su hija, sólo una empleada a la que ha criado y que el día que salde su deuda se irá volando a Narnia si hace falta para no volver a verle. Y visitaré el castillo cuando el troll se esté pudriendo bajo tierra, para ver cómo es respirar tranquilidad por aquí.

 Los ejercicios son divertidos. Bueno, no siempre, a veces tengo que obligarme un poco porque me duele el cuerpo y mi cabeza me dice que estoy loca por intentarlo, pero casi siempre merece la pena. Lástima que no tenga el amuleto que consiguió Septimus, pero esto es la vida real, no todo es tan fácil.

miércoles, 6 de julio de 2011

Troll enfermo

 El troll ha vuelto a ponerse enfermo y se lo han llevado a la casa de los gritos que hay a un lado del bosque.
 Desde hace unos días estoy más tranquila por su ausencia, pero esto se ha convertido en un caos, es peor que la habitación de Andy sin Woody. Como casi todo el castillo está de vacaciones, apenas había gente para cuidarlo, así que el Hada que se queda al cargo cuando él no está se ha tenido que mudar a la casa de los gritos y el castillo está sin mando. Apenas unos cuervos mensajeros, dos o tres veces al día con instrucciones básicas que la mitad del castillo ignora y la otra mitad hace con calma.
 Tuve que ir a verlo para darle un informe que se le antojó sobre la evolución de las alfombras voladoras. No me gritó mucho porque la fiebre le impide pensar con claridad, pero aún así he tenido que soportar horas interminables sobre cómo llegó la primera alfombra al castillo y cómo hay que tratarlas bien para que no se vayan. Fue raro, cuando le daban los ataques era como mirar a un bebé gigante muy peludo retorcerse. Yo no recuerdo haberme puesto tan mal por fiebre, supongo que a los humanos les afecta diferente que a los trolls, cada especie es un mundo.

 No quiero dirigir un castillo, tengo toda la responsabilidad y preocupación pero nadie me hace caso. Y sin embargo, me aburro. No sé qué me pasa que nada me entretiene, ahora necesito gente para eso. No sé si antes sin amigos era más feliz, por lo menos todo era más fácil y estaba a mi disposición, ahora tengo que esperar a que alguien esté disponible,  lo peor es que siento que lo necesito. Nunca me había pasado antes. Ya ni bajar a pasear por la mina de rubíes me tranquiliza. Voy a tener que reconciliarme con las cosas materiales y olvidar poco a poco las cabezas pensantes. Aunque también podría secuestrar a algún amigo y así siempre tendría con quién estar y hablar. Trazaré un plan.

jueves, 30 de junio de 2011

Tiempos raros

 No estoy acostumbrada a que me pasen cosas y últimamente me han pasado tantas que creo que no me llegan todas, las veo como si le pasaran a mi vecina y no sé si terminar de creérmelo.

 Primero las buenas. Estoy de vacaciones, aunque sigo viviendo en el castillo y de vez en cuando el troll me llama para algunas tareas, tengo casi todo el tiempo libre y salgo a pasear. He conocido a mucha gente nueva, no me acuerdo de cómo se llama la mayoría pero parecen buenas personas/duendes/elfos/animales/etc. Desde hace una semana hay un habitante más en el castillo, bueno, una. Paseando por el bosque encontré un bebé de harpía que había en el suelo. Le falta un ala y estaba un poco picoteada, seguro que la habían echado del nido. Me da igual, es preciosa y me quiere mucho, la he llamado Huesos, como Bones, aunque espero que sea más empática que ella.

 Con el sapo que apareció en mi ventana tengo muy buenos momentos, nos pasamos noches enteras en vela. Tiene una manta mágica descendiente del vellocino de oro con la que me puede tocar, es la primera vez que alguien me toca sin hacerme vomitar. Sólo tengo que cubrirme con ella y todo desaparece, noto suavidad y nada más. Es hasta relajante, no creía que podría relajarme así, pero me gusta. Lo malo es cuando el juego cambia y es mi turno de tocar, entonces yo le doy órdenes a mi cuerpo para que se mueva y se acerque un poco a él, pero no me responde. Una vocecita me dice que mire su piel, es piel de sapo, los sapos no se deben tocar, tiene pinta de rugosa y pegajosa, seguro que hasta venenosa. Claro, mis músculos oyen eso y dicen que no hacen caso, que prefieren la seguridad en la que viven y no arriesgarse. Por eso he aprendido que no puedo obligarlos a hacer algo que no quieren aunque lo esté deseando, tendré que engañarlos o convencerlos de alguna manera porque la advertencia que me dieron el otro día fue bien clara y no quiero volver a como era antes y convertirme en una pelota inexpugnable cual armadillo cada vez que algo se mueva a mi alrededor.

 A mí me gusta el sapo y me da pena y me duele que se esfuerce tanto por estar conmigo y yo le trate a patadas cada vez que se acerca demasiado. No se lo merece, debería estar en la torre de una princesa, con todos los lujos y ventajas que eso supone, con ese porte lo podría hacer cuando quisiera, sin embargo se pasea por mi torre medio derruida tan feliz. No lo entiendo.

jueves, 16 de junio de 2011

La Roca

 Desde hace tiempo el troll me carga con una roca que no es mía pero que me tengo que comer. Mi trabajo en el castillo parece bastante claro, pero cuando lo acabo, parece que le sienta mal verme ociosa, no me deja dedicarme a lo que me gusta, siempre me carga con más y más obligaciones. A mí al principio no me molestaba mucho, bueno, sí que me molestan, pero ya me he acostumbrado. Lo que pasa ahora que ya es casi verano y he terminado algunas de las cosas que sólo se hacen durante la época de frío, es que tengo más tiempo libre y aquí lo de estar sentado siempre ha estado mal visto.
 Hacía tiempo que quería buscarme un trabajo fuera de los muros del castillo para ganar algo de dinero y sobre todo, para conocer mundo, nuevas personas, hacer cosas que me gustan... y este año di el paso definitivo, pedí trabajo en varios talleres y me cogieron en algunos. Pero el troll estaba al acecho para impedírmelo. Él siempre me dice que una vez que acabe con mis obligaciones soy libre para hacer lo que quiera, el problema viene cuando las obligaciones no acaban nunca, y como yo soy todo lo eficiente que puedo y las acabo rápido y bien, se inventa nuevas. 
 Conseguí trabajo en un taller en el que puedo trabajar en casa y al final de la semana les llevo el encargo al almacén y así puedo trabajar en mis tiempos libres sin necesidad de horarios, en principio el trabajo perfecto. Y aquí vuelve a aparecer la roca, ese obelisco de más de cien kilos que el troll me cuelga noche tras noche para que lo sujete. No me deja dormir ni hacer nada de lo que me gusta hacer por las noches, ahí me paso horas vigilándolo y soportando su peso. No soy Obélix. Yo intento hacerlo con ilusión para hacerlo más llevadero, pero la roca cada día pesa más y pone menos de su parte, no sé cuánto tiempo más voy a aguantar, los brazos me fallan.

 Ya sé por qué me gustaba el invierno con su monotonía, no salir nunca con nadie, no hacer amigos ni nada divertido, al menos así el troll no se fijaba en mí y me dejaba más o menos tranquila con mis tareas sin muchos extras. Sólo quiero vivir tranquila. 

miércoles, 15 de junio de 2011

Aventura con Erizo

 Anoche fue una noche agitada. Bueno, la verdad es que empezó bastante tranquila, a mí no me apetecía pensar en mis cosas porque me estaba agobiando, así que subí a mi torre y me puse a leer con  Raskolnikov, es un chico majo, un poco raro pero te hace pasar buenos ratos. 
 Me fui a acostar y para variar mis ojos no sabían que ya estaban cerrados y se empeñaban en cerrarse para dormir. Así estuve horas y cuando creí que por fin mi día se acababa empezó la fiesta.
 Lou empezó a ladrar, en principio nada fuera de lo normal, podía ser un gremlin que quería colarse a robar un poco de comida, pero al rato los dragones se despertaron y lanzaron fuego en todas direcciones, el resplandor entró por mi ventana y no pude evitar salir corriendo a ver qué pasaba porque parecía que nadie en todo el castillo iba a salir a arreglar aquello. Menudo espectáculo cuando llegué al patio, los dragones habían conseguido escapar, Lou corría como loco dando vueltas y no había explicación para todo aquello. Bueno, sí que la había, pero era tan pequeñita que me costó mucho encontrarla. 
 Al final Lou dejó de correr y se puso a ladrar a una pelotita que había en el suelo, oscura, oculta entre la hierba alta. Por un momento pensé que era algo con magia negra porque ni Lou ni los dragones se atrevía a acercarse, nada más lejos. Era un erizo, un erizo pequeñito, hecho una bola y temblando con un miedo mayor al caos que estaba provocando. 

 En la torre lo puse dentro de la bañera. Era tan adorable. No veía un erizo desde que tuve uno como mascota cuando era una niña. Me gustan mucho, son blanditos pero tienen pinchos, si se tiene mucho cuidado se les puede acariciar y les gusta, pero es muy difícil. Esta mañana me ha saludado con el estornudo más bonito que he oído. Me ha dado mucha pena llevarlo al bosque, pero era lo que había que hacer. El troll se habría enfadado mucho si se entera de que alguien está viviendo en su castillo sin aportarle beneficio.
 Me pregunto si ahora estará bien, era tan pequeño. Yo lo habría cuidado muy bien y le habría querido mucho, es imposible no querer a una cosita como esa. Pero al final siempre hago lo que debo. Espero no encontrarme mañana un montón de pinchos cuando vaya a por leña al bosque.

domingo, 12 de junio de 2011

Un sapo en la ventana

 La otra noche me lo pasé muy bien y no tuve que salir de mi torre
 Esa tarde había salido a dar un paseo, quería pasarme por los puestecillos de la muralla porque este mes eran de libros y a mí me gustan mucho. Allí disfruté tocando los libros, son tan suaves. Pero me encontré con un león y como dictan las normas hay que ser amable con él. Nada relevante, pero no me gusta seguir a alguien que no me habla, parece que soy demasiado sencilla para dirigirme la palabra, pero ahí estuve el resto de la tarde, cuando me dejó volver a mis cosas los libros ya se habían acabado. Me sentí triste, nunca entenderé las normas de comportamiento, me acordé de Alicia cuando intentaba seguir todas las normas de la Reina Roja . Yo creo que con ser un poco agradable está bien, si cada uno se portara como le apetece, todo sería más divertido. Bueno, a lo mejor la gente se aprovecharía porque la gente es mala, pero si el mundo fuera como debe ser en mi cabeza estaría bien.

 El asunto interesante llegó por la noche, cuando volví arrastrando los pies a mi torre. No me apetecía mucho volver, cuando estoy triste no me apetece hacer nada, me cansa respirar. Llegué y me tumbé, estaba a punto de llorar cuando vi moverse algo en la ventana. Algo intentaba trepar por la pared pero le costaba llegar al alféizar, me asomé y allí había un sapo. Lo recogí y desde entonces está en mi torre merodeando de vez en cuando y siempre me alegra el día. Es todo un caballero con armadura y yelmo, incluso una espada, pero no la usa. De color verde, ojos negros, patas largas. Y una boca enorme que me encanta.
 Me dijo que la luz de mi torre se veía desde la charca donde vivía en el bosque y le había llamado la atención, quería saber quién era capaz de vivir allí tan alto.
 Pasamos el tiempo hablando, cada vez que me ve hace que me olvide de todo lo malo y consigue que sonría y eso me gusta mucho.

viernes, 10 de junio de 2011

Fiesta en Palacio

 Esta noche me han invitado a una fiesta a palacio. No suelo ir a fiestas de ningún tipo porque mi concepto de diversión no coincide con el del resto de la gente, pero bueno, como era para ayudar a financiar el espectáculo de unos juglares he ido. Me lo he pasado bien.
 Tengo que ir más a menudo a este tipo de fiestas, aunque sean poco frecuentes son mucho mejores que las bacanales que normalmente se organizan en el castillo en las que sólo hay comida, alcohol y sexo. La comida no está mal pero nadie va a esas fiestas para hablar así que yo me aburro mucho.
 Salir a fiestas y demás actos es parte de mi propósito por normalizar, en la medida de lo posible, mi vida social. No es que me apetezca mucho tratar con la gente, pero desde que empecé a salir con estos personajes, he descubierto que hay personas majas, con las que se puede hablar y que están dispuestas a mantener una conversación conmigo, cosa que no me había pasado en todos los años que llevo viva. A lo mejor es que todo este tiempo he estado en el lugar equivocado en los mementos menos oportunos y por eso he tenido tan mala suerte. También hay que tener en cuenta mi incompetencia para hablar en voz alta, entender a las otras personas y demás cosas que se dan por sentado pero que yo no sé hacer.

 Me gusta mucho esta nueva fauna que estoy conociendo, de mayor quiero ser un duende, creo que son los mejores de todos, aunque los elfos también están bien. No sé, por ejemplo últimamente estuve con un sátiro y es encantador, pero demasiado pelo para mi gusto, aunque los cuernos le dan un toque.

 Jo, estoy abrumada por toda la gente nueva que he conocido porque me hacen caso y no estoy acostumbrada a ello. Yo ya me había hecho mi vida en la que todos pasaban de mí, sólo me llamaban cuando me necesitaban y yo iba a mi aire, pero ahora tengo que responder ante otros, otros que me gustan, y no deja de ser raro. Supongo que es como aprender a llevar un carro, al principio parece que te faltan ojos y manos para estar atento a los caballos, las correas, las ruedas y todo lo que se cruza por el camino, pero sin embargo cuando aprendes es lo más natural, ni siquiera piensas en lo que haces, te sale solo. Espero algún día poder estar entre un grupo de gente y poder intervenir de manera natural. De momento no puedo evitar apartarme de vez en cuando. Pasitos de bebé.

lunes, 30 de mayo de 2011

La feria (2ª parte)

 El Troll decidió pasar al final de segundo día para ver cómo iban las ventas así que las vacaciones duraron poco, pero ese día lo disfruté. Estuve paseando por un bosque pequeño que había cerca de la feria  y conocí a un unicornio y a un león viejo que estaban de fiesta con otras criaturas amigas.
 Prime me habló el león, parecía majo, pero no sé, no llegaba a congeniar con él como él conmigo, era amarillo y gordo, como Homer pero con pelo por todo el cuerpo y melena larga. Una vez superada la primera impresión el aspecto no importó mucho pero me parece importante. Me estuvo contando  que me había visto llegar a la feria en la caravana y que le había llamado la atención que Alicia fuera mi única compañía, no sé, para mí es normal que mi única compañía sea un libro. Pero el gran momento fue cuando me integré un poco más en la fiesta y empecé a conocer a los participantes, había de todo un poco, un par de hadas, un caballito de mar, osos, un caballo blanco, muchos faunos y más cosas así. Hablé con todos un poco hasta que llegué al caballo blanco y cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que era un unicornio al que todavía no le había salido el cuerno, qué gracioso era, estuve hablando con él el resto del día como si nos conociéramos desde siempre y hasta pude mantener algo de contacto físico sin sentir un dolor terrible, algo que hacía mucho que no me pasaba con ninguna otra criatura (bueno, sin contar a mi abuela). Me gustó mucho conocerle.
 Llegó el Troll antes de lo esperado y me tuve que ir pensando que nunca más volvería a ver a aquél unicornio, me quedé un poco triste, ya me veía como Francesca en Los Puentes de Madison. Pero nada más lejos de lo que pasó después. Vinieron a visitarme días después para mi sorpresa y por primera vez tuve ganas de abrazar a alguien de verdad, lástima que sea así de tonta y la cosa se quedara en eso, un tonteo y nada más, aunque al menos nos sonreímos mucho =).

jueves, 26 de mayo de 2011

La feria (1ª parte)

 He pasado unos días en la feria. Ha sido muy divertido, empezó la semana pasada y todavía sigue, no sé hasta cuándo.
 El primer día fuimos por trabajo, llegó el troll y nos metió en una caravana a todos los sirvientes del castillo sin muchas explicaciones. Fue raro porque los dos primeros carruajes ibas cargados de las piezas de costura que hacemos y yo no había vista a nadie cargarlas ni ningún movimiento raro los días anteriores. Después de tres días ininterrumpidos de viaje (los elefantes rosas pueden llegar a ser muy resistentes) llegamos a la feria, durante el trayecto no sé si pasó algo interesante, no hablo con ningún sirviente humano del castillo así que me metí en un carruaje pequeñito donde iba la comida que olía muy bien, de vez en cuando llegaban gritos de alegría o enfado desde los otros carruajes pero no me apetecía intervenir, tenía libro para leer, Alicia me acompañó todo el rato, incluso una noche en sueños.
 En la feria descargamos todo el material y lo vendimos por la tarde, parece que las cosas hechas a mano todavía se aprecian, aunque puede que también influyera en la venta que el precio sólo incluye el material y el margen de beneficio, la mano de obra no huele ni una moneda. Pero me gusta pensar que lo vendimos todo porque era bonito. El troll nos dejó allí y dijo que volvería en unos días, cuando hubiéramos vendido al menos la mayoría de las piezas, jaja, no sabe lo bien que nos lo pasamos, las primeras vacaciones de mi vida.
 Cuando nos fuimos a dormir, hice un esfuerzo como me aconsejó mi Hada Madrina e intenté integrarme con los demás. Tardé más de dos horas en dar el primer paso, pero después no dolió tanto. Con estar presente valía, yo creía que había que intervenir, pero claro, a nadie le importaba lo que yo había mientras no molestara, así que me dediqué a observar y aprendí mucho sobre cómo se comportan, cómo esperan las respuestas, cómo saben qué tienes que hacer y qué esperan los demás que hagan y todo así, tan natural sin pensarlo. No creo que yo pueda llegar a ese nivel nunca. Con lo fácil que es estar sentada a lado de un gato y disfrutar, sin tener que decir nada, de vez en cuando un comentario y todos contentos. Además, la gente no es suave, a mí me gustan las cosas suaves, si no ¿cómo las vas a acariciar?
 Sólo aguanté un rato. Cuando me aparté de los demás vi a Lou, que nos había perseguido, cómo quiero a ese cabezón, pude dormir abrazada a algo calentito y suave, como a mí me gusta.

domingo, 15 de mayo de 2011

Un Troll enfermo

 Esta semana el Troll ha estado enfermo, bueno todavía sigue. Toda la semana. Empezó estando más irritable de lo normal y acabó en la cama sin poder moverme, además al principio me castigó corque creía que le había contagiado de lo que tuve la semana pasada, todavía no se ha disculpado por la equivocación.

 Llamó muy preocupado al druida que vive en el ala sur del castillo y ese hombre decidió ignorarle. Al principio me hizo gracia, pero fue digievolucionando poco a poco en un ogro y la diversión de acabó pronto, incluso eché de menos al troll. Volvió el druida y ordenó poner en cuarentena el castillo entero con todo lo que hubiera dentro incluyendo las cosas vivas. Desde entonces esto parece la casa de Elliott cuando el gobierno descubrió a E.T. Gente con trajes blancos y cascos de cristal, no nos miran a la cara mientras intentamos seguir con nuestra vida lo más normal posible, a lo mejor es para no encariñarse con nosotros por si nos morimos. Yo creía que no era contagioso.

 Hoy por fin me he tomado mi descanso del domingo y he quemado cosas. Llevaba planeando toda la semana pasar la tarde leyendo tranquila, pero me apetecía hacer algo más emocionante, lo malo es que sólo ha durado media hora antes de que me aburriera y le echara una regadera a rebosar por encima. Debería haber elegido la lectura, eso no me cansa nunca. Me gusta tanto quemar cosas, desaparecen y da calorcito

 Por cierto, estoy descubriendo que conocer gente nueva está bien y también profundizar en la gente que ya sabes que existe y que incluso ves a menudo pero que normalmente no pasas de un hola y la conversación básica y necesaria para llevar a cabo la tarea que sea. El viernes me volví a emocionar, otro duende se preocupó por mí, a lo mejor empiezo a confiar más en la gente, no sé, todavía no lo he decidido pero la idea ya ronda por mi cabeza. Creo que no debería emocionarme tanto cuando alguien hace algo bueno por mí porque sí, al parecer es más normal de lo que creo, pero como a mí nunca me había pasado antes, ahora no lo puedo evitar. Lo que no sé es si hay un pacto implícito en esas acciones que me obliga a responder con un acto similar en un período de tiempo relativamente corto o es simple bondad. A mí me gusta la bondad y hacer cosas buenas porque sí, por el egoísmo de sentirme bien haciéndolas y hacer sentir bien a los demás.

 La mayoría de las cosas son más bonitas mientras se están quemando. 

martes, 10 de mayo de 2011

Miradas

 He estado pensando estos días. Qué importante puede llegar a ser una mirada, la intensidad de los ojos.

 Yo nunca le había dado mucha importancia a cómo me mira la gente, de hecho yo soy la primera que no mira a los ojos, me cuesta mirar a la cara a cualquier criatura que me hable. Por eso me gusta Rolly, de momento los gatos no hablan y reconfortan mucho. Pero a raíz del encuentro del otro día con aquél duende tan especial algo en mí ha cambiado. Yo estaba hablando esquivando su mirada como de costumbre, ni si quiera me lo planteo, me sale así, y sin querer coincidí durante un instante con sus ojos verdes y fue una impresión enorme. Durante un instante, el fragmento de tiempo más corto que puedas imaginar sentí hundirme en esa mirada penetrante, como queriendo leer lo que había dentro de mí, se preocupaba con verdadero fervor, era como un mundo entero hecho de musgo. Cuando miras el musgo parece una mancha verde sin más, pero si lo miras de cerca y te paras ves que está hecho por miles de hojillas diminutas que forman el todo, cada una con un tono de verde diferente y más bonito que el anterior y sientes que puedes seguir mirando más profundo y ver más pero te tienes que retirar. 

 Se pueden sentir muchas cosas en muy poco tiempo, yo no sé describirlo, sólo sé que me impresionó. Como cuando te quedas sin aliento, me he quedado muy pocas veces sin aliento por algo, ahora sólo recuerdo una y fue parecido, es algo tan grande y que no esperas que lo único que puedes hacer es dejar de respirar por un instante, un instante tan pequeño como el que dura esa mirada pero que no puedes olvidar, la veo cada vez que cierro los ojos, aunque sea al parpadear. Me gusta ver algo así cada vez que parpadeo porque parpadeo a menudo, en momentos así me alegro de no ser un pez sin párpados, no sé si los tritones tienen párpados ¿y las salamandras? las que viven por el agua a lo mejor porque también están en tierra, pero las de fuego no sé, lo tendré que consultar.

jueves, 5 de mayo de 2011

Buena gente, gente mala y personas maravillosas

 He estado enferma estos días, hacía tiempo que no me encontraba tan mal. Bueno, hará un año y medio más o menos coincidiendo con exámenes finales, igual que ahora. Voy a tener que mirármelo porque no es normal esta costumbre, pero bueno, ese no es el caso de hoy.

 Yo ya sabía que en el mundo existe gente buena y gente mala, pero algo en mí me hace pensar que todo el mundo está en el medio. Claro, que yo siempre creo que todos son como yo y eso no es así, hay criaturas de todo tipo y condición. No sé si ya lo había comentado por aquí, pero además de todo lo que hago en el castillo para el troll también tengo vida fuera, no es vida social, pero hago cosas. Aunque el régimen con el troll es casi una dictadura y nosotros somos algo parecido a esclavos a los que mantener, él nos da algo más que comida y un techo, no nos da dinero pero nos paga algunas cosas, entre ellas, clases.

 Me he vuelto a ir del tema. Hoy tenía el examen final de mi clase preferida, a la que iba con ilusión cada día, además tuve la mayor suerte que puede haber al recibir clase de quien la daba. Hace que te interese lo que sea con su sola presencia. Hay pocos duendes así. 
 He ido al examen porque lo tenía muy bien preparado, porque me gusta estudiarlo y porque quería hacerlo, pero mi estado de salud me lo impedía, había un pequeño Alien queriendo salir de mí.

 No sé cómo describir la sensación al ver que alguien se preocupaba por mí, pero no de manera normal como mi familia o algunas compañeras de clase (a los que no quito mérito por ello) sino con una mirada que daban ganas de darle un abrazo. Nunca le he dado un abrazo a un duende y no creo que se lo dé nunca por cómo soy con esas cosas, pero de verdad que he sentido que se lo merecía. 

 Por otro lado estaban las aprendizas de arpía que pueblan la clase, que, ante la ignorancia de lo que pasaba entre el duende y yo. se han dedicado a lanzar picotazos para que volviera a la fila, uno de los cuales me ha sentado cual puñalada por la espalda, lo que me ha demostrado una vez más que si alguien te trata mal y de repente bien, es muy probable que vuelva al mal. No sé por qué a la gente le molesta que haya otros que destaquen, yo no tengo la culpa de lo que me pasa.

 Pues esto es más o menos lo que quería contar, el gran descubrimiento que he hecho hoy de que de verdad existen personas maravillosas, que son buenas por naturaleza y nada más, que viven entre nosotros (aunque las clases son a horas de camino del castillo) y que se merecerían una estatua más que otros muchos. Y que por el contrario hay otras criaturas, no llegan a la categoría de gente, que son malas, no sé si por ignorancia, por envidia (eso dice mi Hada Madrina, pero yo no encuentro nada que envidiar de mí) o por aburrimiento, pero ahí están.

martes, 26 de abril de 2011

María Isbert

 Ha muerto María Isbert. Me lo acaba de contar un lechuza antes de acostarme y todavía no me lo termino de creer. Era de esas personas que no esperas que mueran nunca, no sé. Siempre me hacía ilusión verla, oír esa voz rasposa, las voces rasposas son de buenas personas, Me hubiera gustado tenerla de vecina, pero eso nunca pasa. La gente importante es vecina de otra gente que nunca soy yo porque yo no vivo en un sitio en el que venga la gente en manadas. Aquí sólo estamos el troll, el Hada Madrina, los elfillos y yo, además de los animales. La gente de fuera del castillo sólo trabajan en sus cosas sin más. No hay cerca ninguna María Isbert, ni Ana María Matute, otra mujer adorable. Espero que tampoco se muera nunca, que siga escribiendo despacio y haciendo esas entrevistas tan bonitas.

 ¿Por qué se muere gente buena? Las cosas buenas no se deberían morir, como los animales. O al menor podrían durar más y prepararse para ello, con calma, poco a poco, avisar a los demás para que puedan asimilarlo y no se lleven el golpe de repente. Por eso me cae bien Andrew, tuvo doscientos años para prepararse y esos fueron los que necesitó. Cada uno necesita su tiempo. 

 Yo soy muy egoísta y me gusta que lo que me gusta me sobreviva. Estoy pensando que es probable que mucha gente a la que no conozco pero sé que existe y me gusta lo que hace o ellos, se van a morir, y no quiero. Bueno también tengo familia que no quiero que se muera, no toda mi familia, sólo algunos. Nunca ha entrado en mi cabeza que a la familia hay que quererla por el hecho de serlo. Para mí todos empiezan igual y cada uno se gana lo que trabaja. El privilegio por nacimiento hace tiempo que pasó de moda en mis sentimientos. Lástima que no lo haya hecho en el resto del mundo. Para muestra un troll.

jueves, 21 de abril de 2011

Lluvia antes del viaje

 Hoy ha llovido, ha caído una tormenta. Sólo ha durado unos minutos, pero de repente parecía que el Señor Oscuro había conseguido dominar la Tierra y estaba destruyéndolo todo para crear un nuevo mundo bajo su poder, pero no. Sólo ha sido agua y granizo, muy fuertes.

 Es divertido cómo llueve por aquí. Lo que en otros lugares decide llover durante todo un día, en estas tierras cae todo junto en el mínimo tiempo posible. Yo creo que el que controla el clima de esta zona se cronometra para ver cuánto tarda en echar tantos litros y luego intenta batir su récord, esa es la posibilidad más plausible que se me ocurre. Me lo he pasado bien. Hacía sol y de repente y sin aviso nos han empezado a cae cubos de agua encima. Estábamos preparando la caravana para partir mañana y nos hemos tenido que resguardar corriendo. En cuanto se ha ido el viento he buscado cualquier excusa para poder salir bajo la lluvia y he tenido la suerte de que nadie había comprado pan para el viaje. He ido hasta el puente, donde vive el viejo chino que siempre vende lo que necesitas y he comprado dos hogazas calentitas y he podido pasear de vuelta al castillo despacio, abrazada al pan caliente, casi quería cerrar los ojos para disfrutar lo máximo del momento.

  Mañana nos vamos de viaje a un castillo pequeño que tiene que revisar el troll. Nos vamos unos cuantos criados con él porque seguramente habrá que darle un repaso y dejarlo reluciente para que el troll se quede satisfecho. Creo que vamos a estar tres o cuatro días, espero que no más porque no quiero perderme la feria de la lana de la semana que viene. Hay lanas de todos tipos y colores, vienen vendedores de sitios lejanos y lo mejor es que dan muestras para que puedas hacer cosas pequeñitas. No quiero trabajar el doble en el otro castillo por la misma recompensa (comida y cama), no me gusta, pero no puedo escaparme. Quiero estar todo el día en mi torre o en el bosque con un libro bonito y mucha lana para tejer. 

 Esta mañana he encontrado un libro en un armario, lo he secuestrado y lo tengo en mi habitación porque llevaba meses pensando en cómo conseguir dinero para ahorrar y poder comprármelo y hoy ha aparecido ante mis ojos, como un pequeño regalo.

 También ha sido curioso que, después de mencionarla hace poco, esta noche he visto Matilda. Hacía más de un año, creo, que no la veía y me sigue cautivando como el primer día, aunque me he dado cuenta de que algunas cosas no son tan bonitas como las recordaba. No importa, no deja de ser tan adorable como siempre. Yo también quiero leer tanto como ella, aunque no sea tan lista.