miércoles, 30 de marzo de 2011

¿Pero qué le pasa a los duendes?

Seguir al duende gigante de la semana pasada me está volviendo un poco loca. Me recuerda mucho a Snape, primero parece malo con su aspecto, luego se atisba un poco de bondad, vuelve a ser malvado con sus condiciones aunque la recompensa sea grande, después parece definitivamente un traidor a la corona y al final resulta ser una de las criaturas más encantadoras del bosque. Espero que la historia no de más giros, que a este paso volvemos al punto de partida. 


 Ayer, cuando ya estaba subiendo a mi torre para leer y dormir tranquila tras un día bastante movidito, se me apareció el duende en las escaleras, bueno más bien su proyección astral, y me dijo que nos veríamos en persona el próximo lunes, que espera hacer escapado de la salamandra de hielo para entonces, me ha pedido disculpas por las molestias y que me presente en la caseta de los dragones para enseñarle cómo brilla y así llevarme hasta la ninfa.
 Me parece que está muy seguro de que me mereceré el favor de la ninfa, espero que así sea, porque no puedo mantener la caseta brillante tanto tiempo, ya es bastante difícil mantenerla limpia.


No paro, ayer el Troll no estuvo en el castillo, así que prometía ser un día tranquilo, pero muy bonito era para ser verdad. Cuando había terminado mis tareas de por la mañana y ya me iba contenta a comer, oí un ruido en el ático del ala central, subí corriendo y allí había un elfillo de los que trabajan por la noche vigilando el castillo, estaba llorando. Cuando conseguí tranquilizarle y prometí que no diría nada a nadie de lo que había pasado me contó que hacía unos meses que, haciendo la ronda del bosque, se encontró un huevo entre la hierba y como no vio ningún nido cerca, lo cogió y lo había estado cuidando desde entonces, pero que la semana pasada eclosionó y nació un gremlin, muy bonito pero muy malo y que no había parado de darle problemas desde entonces. Le intenté consolar, podía soltar el gremlin en el bosque sin que nadie se enterara y no pasaría nada, sabría cuidar de sí mismo muy bien. Pero resulta que el problema no era ese. El bicho se había escapado y seguramente intentaría buscar agua para reproducirse.
 Así que con este panorama, como no tenía suficiente con lidiar con el Troll y los dragones no me roban mucho tiempo del resto de mis tareas, ahora me he comprometido a ayudar al pobre elfillo a buscar al gremlin, si no son ya unos cuantos.


 En fin, hasta aquí lo más interesante de mi vida en el castillo, voy a tejer un poco de mi tapiz para relajarme, que esta noche vuelve el Troll.

lunes, 28 de marzo de 2011

No te fíes de los duendes

 Después de un duro fin de semana persiguiendo dragones, esta mañana he recogido el último dragón. No lo pude guardar anoche porque recordé bien tarde que hoy había revisión en una de las plantas del castillo y tenía que darme una vuelta por ella para comprobar que todo estaba en orden, al final estuve hasta casi el alba limpiando debajo de las alfombras por si miraban ahí.


 Pero hoy no ha servido de mucho todo lo que he hecho. La revisión la he pasado con nota, parece que conservaré la revisión de esa planta hasta el invierno, que es cuando toca la próxima revisión, sólo miraron debajo de una alfombra, así que no fue un esfuerzo inútil, sin embargo a los tapices ni se acercaron, con lo bien que los tengo siempre. El asunto de los dragones y el duende gigante ha sido una catástrofe en fase de tentativa. Mientras esperaba al comité de revisión apoyada en el alféizar de una de las ventanas del pasillo, se ha posado un mochuelo, en apariencia inocente, pero que ha resultado ser un mensajero del duende. El mochuelo ha recitado un poema en el que explicaba que el duende ha sido atrapado por una salamandra de hielo de las que viven en el lago y que no sabe cuándo podrá escapar. Así que me he quedado con cara de seta, y aunque estaba enfadada he tenido que ir a relucir la caseta de los dragones igualmente porque ahora no sé qué día va a aparecer el duende gigante por el prado. Aunque sólo sea por cabezonería, quiero el favor de la ninfa, algo para contarle a mis nietos.

jueves, 24 de marzo de 2011

Dragones

 Esta mañana estaba ayudando a limpiar la caseta de los dragones a una doncella y después de una dura jornada de trabajo ha quedado perfecta. Ha pasado por allí un duende gigante de la pradera y le ha gustado tanto lo bien que hemos hecho el trabajo que nos ha ofrecido el favor de una ninfa si cuando pase el lunes por aquí la caseta brilla todavía más.  Nos hemos puesto muy contentas, jamás se me habría ocurrido que yo podría aspirar a tener el favor de una ninfa, y me lo he encontrado tal cual, pasando delante de mí.
 Pero la euforia ha durado poco, no sé si por los nervios o por la emoción, cuando nos hemos ido a comer me dejado los cerrojos de las cadenas sin cerrar bien y cuando he subido a mi torre y me he asomado por la ventana he visto a uno de los dragones del castillo revoloteando por el foso.
Llevo desde entonces persiguiendo dragones sin que nadie me ayude, ya no puedo con mi alma, estoy muy cansada, me siento como El Increíble Hombre Menguante, cada vez me toca atrapar a un dragón más grande. Además han atraído a todos los pájaros del bosque y no sé cómo voy a limpiar todos los excrementos del tejado. La doncella dice que no ha sido culpa cuya así que me las apañe como pueda, que soy yo la que conseguirá el favor de la ninfa, y tiene razón, ella ya a llegado a lo más que puede, si toca a la ninfa le irá bien, pero no puede aspirar a más.

No sé qué hacer, no sé a qué hora podré irme a dormir, porque por culpa de esto he desatendido mis labores y tengo que terminar algunas cosas antes de mañana para poder entregarlas . En fin, me voy a preparar comida de dragón.

martes, 22 de marzo de 2011

Reflexión

 Me parece que voy a retrasar indefinidamente traer una compañera de juegos para Lou. No quiero que el Troll me culpe de otra cosa más. Si necesita el dinero para comprarle al Rey el castillo, una boca menos que alimentar es bastante ahorro. Iré más al bosque a ver si Lou encuentra a alguien que no se asuste de él y lo pase bien un rato.

 Los trolls son muy egoístas, si no, no serían trolls. Con esa cabeza tan pequeña sólo les llega para satisfacer sus necesidades al precio que sea, como los Walking Dead. Espero que algún día se acerque demasiado al cañón de la escopeta, así dejará espacio en el castillo y todo estará más tranquilo y limpio.

 A veces pienso que esto se parece al Paraíso Inhabitado, pero después me doy cuanta de que es peor, además es mucho más largo, sin niños del patio que me entiendan, aquí no hay más niños.

sábado, 19 de marzo de 2011

Escapé

 Por fin, después de estar perdida durante días y días por las mazmorras del castillo ha conseguido escapar y esta noche dormiré en mi torre, alta y calentita.
 He pasado malos momentos por allí abajo. Cada vez que consigo escapar me prometo que nunca volveré a bajar, pero pronto se me olvida la pena y voy de visita sin darme cuenta y claro, luego no sé salir, me paso días dando vueltas alrededor de lo mismo hasta que alguien se deja la puerta abierta y aprovecho para seguir la luz y escapar.

  He descubierto que el Troll del castillo se pasea muy a menudo por las mazmorras, pero él no se pierde por allí, él las vigila y se esfuerza todo lo posible paa que nadie pueda salir y así tener el castillo para sí.

 Pasé por un túnel en el que estaba todo lleno de niebla, era imposible ver nada, no podia ver mi mano hasta que no me tocaba la nariz y allí estuve dándome golpes con las paredes una y otra vez hasta que me quedé dormida (o me desmayé por una conmoción cerebral) y al despertar la niebla empezó a clarear y pude ver lo que me había hecho. Ya era tarde para remediarlo, pero me curé lo mejor que pude.
 También había un pasadizo triste, el aire no se respiraba, se tomaba a suspiros y al final me encontré con el Troll, me dio tal paliza que todavía me duele. Menos mal que al poco tiempo apareció mi Hada Madrina y me regaló una galletita feliz, gracias a eso conseguí las fuerzas necesarias para seguir mi camino y salir.