jueves, 29 de septiembre de 2011

Solos

 Ya va a pasar un mes desde que cambiamos de castillo. Al final no he sido todo tan traumático (sin contar un par de incidentes), pero sí que noto una sensación extraña en el cuerpo. Siento que algo me invade poco a poco, que se apodera de mi cuerpo como un alien que crece en secreto hasta que decide salir. Espero que no sea uno, no quiero que empiecen a salir criaturitas de mi cuerpo.

 He notado la ausencia de mucha gente. Es verdad eso de que no notas la importancia de algo hasta que lo pierdes. Yo solía hablar casi todas las noches con el Espantapájaros. La verdad es que no lo tenía en muy alta estima. A veces era entretenido. Otras me daban ganas de preguntarle qué había sido de su cerebro, pero habría sido muy cruel. Ya hace mucho para tener serrín y alfileres en la cabeza. Incluso después de que el sapo comenzara a visitarme en la torre, seguía hablando con él, aunque sólo fuera para contarle lo que hacía durante el día. 
 Siempre me había dado un poquito de pena, bueno, más que pena le tenía ese cariño que le tienes a las cosas que quieres proteger porque te parecen desamparadas. Me parece muy anodina una vida que consiste en estar en la plantación sin poder moverte, día tras día, sin poder tener vida propia. Se puede ver en sus ojos que quiere salir de ahí, encontrar quien le quiera y con quien estar, aunque sea una rata de pantano. Pero eso nunca va a pasar porque en cuanto se descuelgue del palo que lo sujeta caerá al suelo como el montón de tela y paja que es y nadie irá a levantarlo.
 Me gustaría poder enviarle una paloma o un cuervo para tener noticias de él, pero su trabajo consiste, precisamente, en evitar que ningún ave se acerque a él, así que tendremos que esperar a que el troll acabe lo que sea que ha venido a hacer aquí y decida volver.

 Por lo demás, vuelvo a sentir la soledad de hace unos meses, unos años. Igual que era antes sin nadie a quien recurrir. Nadie sabe que estoy aquí, por lo menos nadie que pueda venir. No es la misma soledad, esta duele un poco más porque ya he conocido lo que es tener a alguien. Esto es lo que me daba miedo y veo que se está cumpliendo. En cuanto se abra la mina de rubíes todo volverá a ser tal cual era.

 Ya casi no veo magia.

martes, 27 de septiembre de 2011

Canguros

 Al final me han asignado más o memos el mismo trabajo que hacía en el anterior castillo, después de lo del basilisco no confían mucho en mí. No fue culpa mía, pero a nadie parece importarle. 
 Parece que aquí no ha limpiado nadie competente en años. Y pensar que antes me quejaba de las doxys que había en las cortinas del otro castillo. Sólo de pensar en el trabajo que me queda por hacer y en las palizas que me pego cada día cubo de agua para arriba, jabón para abajo, me canso. Anoche no necesité ni poción para dormir, según me tiré en al lecho, así he amanecido hoy. Bueno, más bien me han despertado, porque todavía quedaba un rato para que el sol se dignara a aparecer. Me gusta esa poción, en general todo lo que lleve ajenjo me gusta. Lo único bueno es que no me han separado del todo de los animales, me han dejado encargarme de guardar los perros por la mañana en las perreras y soltaros por la noche para que protejan los terrenos. No es lo mejor del mundo, pero al menos así tengo algo de compañía aunque sólo sea un rato, y si cuento los perros que tienen más de una cabeza aún tengo más compañía.

 Todavía no me ha visitado el sapo. Más de una vez me ha parecido verlo por la noche en la linde del bosque paseando con un cachorro de lobo, aunque a lo mejor no era él y sólo son mis ganas de tocarlo.

 Hubo una invasión de canguros. Parecía pacífica pero al final eran demasiado, eran como los escarabajos de La Momia. Llevamos unos días cenado canguro. Una carne muy rica, por cierto.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Primeros pasos en el castillo nuevo


Las dos primeras semanas en el castillo nuevo han sido un poco desastre, pero me lo he pasado bien.


 La primera semana no pasó mucho. Era un sitio nuevo donde no conocía a nadie. Mi tarea principal era enterarme de todo lo que había que hacer en el castillo para informar el troll. Yo creía que era algo fácil, pero no tuve en cuenta que todas quiere decir todas. He estado casi las veinticuatro horas del día subiendo y bajando escaleras, perdiéndome por pasillos y siguiendo a todos los integrantes del servicio del castillo para saber qué hacían y cuándo. 
 El matrimonio encargado de los terrenos exteriores me vio deambulando y al final me pidió si podía ayudarles con los animales una semana mientras llegaba el cuidador de verdad. Yo ya le había entregado el informe al troll, así que perfecto, a lo mejor allí también había dragones.
 No había dragones, pero no me pude quejar, tenían un criadero de ave rokh y otro de vetusta morla. Los pájaros no me emocionan, pero estos eran especiales, apenas tenían dos semanas de vida y ya eran casi tan grandes como un buitre, las tortugas sí que me gustan, pero no había pequeñitas, las más jóvenes ya tenían dos y tres años.


 La segunda semana la pasé cuidando de las aves. Eran tan adorables. Parecía todo demasiado bonito. Casi al final de la semana, esta yo paseando por el jardín después de comer, el único momento en el que el castillo se para y parece desierto. Nadie perdona la siesta. Estuve un rato en el estanque con las crías de vetusta morla. Me gusta meter los pies. Cuando me estaba durmiendo oí jaleo en la jaula de los pájaros, me acerqué y vi que estaban todas juntas en la equina de la puerta intentando volar. Me sorprendió porque antes apenas las había visto moverse torpemente. Y algo me paralizó. En la otra esquina de la jaula vi un bulto moverse. Tenía plumas. Me acerqué a la reja y el bulto se convirtió en un basilisco que se estaba comiendo a una de las crías que estaba tullida, ya sólo tenía fuera las plumas de la cola. En cuanto me vio lo regurgitó entero, alargado, hinchado y pringoso y se alzó unos tres metros, casi hasta el techo. Recorrió en menos de un segundo los diez metros que nos separaban y puso su cara a mi altura. Yo grité y el basilisco enseñó los colmillos chorreantes de veneno. También era una cría, se asustó de mí y pude mirarla a los ojos. Se escabulló por el desagüe.
 Cuando pude recuperarme y avisar al matrimonio los polluelos de rokh ya estaban picoteando a su hermano muerto. Lavamos todo el veneno con poción limpiadora e inundamos el desagüe, pero una semana después todavía no ha aparecido el basilisco así que estamos todos un poco tensos. Ya nadie se atreve a salir del castillo ni a ir al baño sin antes asegurarse de que nada va a salir por sorpresa.


 El troll me castigó por no cumplir mi trabajo y dejar que un pollo muriera. Me pasé tres días sin salir de una habitación en las mazmorras. Tuve tiempo para pensar, de hecho era lo único que podía hacer además de dormir, y creo que no hay crías de vetusta morla porque se han comido los huevos. Era muy raro que un basilisco no hubiera salido antes a comer, pero si había encontrado un nido repleto de huevos frescos, podía haber aguantado un par de años sin salir a la luz.


 Sigo a la espera de encontrar mi sitio en este nuevo lugar.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Historia de un Sapo. Parte II

   Me pasé toda la semana pensando en ella, obsesionado con su mirada y con su sonrisa, y pensando si sería capaz de reconocerme entre los otros sapos, o solo era uno más, con el que había compartido unos buenos momentos, una noche de verano...
  Así que decidí que volvería a verla, y no pararía hasta conseguir que sus ojos me miraran y su sonrisa fuera solo para mí (no sé si lo he dicho ya, pero los sapos somos muy cabezones por naturaleza). Así que aproveché la primera oportunidad que tuve y me planté delante de ella con mis mejores galas y mi mejor sonrisa... ¡y funcionó! conseguí que esa noche sonriera también. Y a la semana siguiente, quedamos para dar un paseo por la feria de los sapos, y hasta estuvimos trabajando un poco en ella, a cambio del pago habitual, algo de sal para el castillo... (los sapos pagamos con sal en vez de con dinero.. algún día os contaré el porqué de esta costumbre).
 Y así pasaron las semanas... yo estaba seguro de que en su interior, estaba creciendo algo por mí, y mis sentimientos se hacían más fuertes cada vez que ella sonreía... pero también me daba cuenta de que había barreras que tendría que superar, casi desde el principio, supe ver que no sería tan fácil escalar a su corazón, como a la torre de su castillo. Pero no me podía rendir... no está en mi naturaleza.
 Poco a poco, conseguí romper las barreras que había a su alrededor, y que confiara en mi... dedicamos nuestro tiempo libre a vernos, no era necesario hacer nada especial, no hacía falta demostrarse nada el uno al otro... solo pasar el tiempo juntos, y disfrutar hablando, riendo, jugando... poco a poco, estamos construyendo algo. Paso a paso recorremos un camino juntos, y no sabemos donde nos llevará, pues nadie lo sabe cuando lo emprende... solo sé que me gusta estar con ella, y a ella le gusta estar conmigo... y que cada vez que encontremos una piedra en el camino, la saltaremos juntos. Cada vez que perdamos el rumbo, lo encontraremos entre los dos. Cada vez que un arrollo cruce el camino, cuatro manos levantarán un puente... lo podemos conseguir, yo creo en nosotros… no sé si lo he dicho ya, pero los sapos somos muy optimistas.
Croac... croac...
 

martes, 6 de septiembre de 2011

Cambio de castillo

 Hoy nos hemos trasladado al castillo nuevo. De momento me da miedo. Es muy grande, no conozco a nadie y no tengo un sitio para mí, me han dicho que ya me darán uno si me quedo. Mi trabajo de momento es servir al troll como de costumbre, pero aquí no hay dragones para cuidar. Un viejo supervisor me dijo que en el patio de atrás tienen unas cuantas mantícoras y que probablemente me toque cuidarlas pronto porque los que se dedican a eso suelen durar poco. A mí me gustaban mis dragones, eran peligrosos, pero yo ya les había cogido el punto y no me solían hacer mucho daño.

 Bueno, todavía queda una pequeña posibilidad de que el troll decida que volvamos a nuestro castillo de siempre. Si no consigue vender a buen precio la cosecha de este verano, lo más seguro es que se enfade, le de una paliza al primer criado que se cruce en su camino y después todos al castillo tan contentos. Mi Hada Madrina tiene un poco de razón, a lo mejor este castillo no es tan malo y sólo necesita una oportunidad. Vale que no es Harrenhal, pero no termina de convencerme. De todas maneras y como siempre, tendré que hacer lo que me toque, quiera o no.

 Y como no podía ser de otra manera, para que le coja más cariño a este sitio, hay una mina de rubíes que brilla todas las noches en el límite del bosque. He pasado la primera noche metida allí casi sin descanso, cómo me odio por ir, pero es que el brillo es tan bonito.
 Espero que el sapo encuentre el camino a este nuevo sitio, me fui sin poder despedirme y noto su ausencia, quiero tocar esa piel que antes tanto rechazo me producía. Estoy como Gary sin su galleta.