miércoles, 16 de noviembre de 2011

Vuelta a la realidad

 Desde ayer ya no tomo pociones para el dolor, el alquimista ha dicho que no hace falta, que con una rodaja de raíz de mandrágora al día es suficiente. De momento ha vuelto a dolerme. Yo creía que el golpe con el pegaso no había sido para tanto, pero veo que es más serio de lo que pensaba, es lo típico que ves que le pasa a los demás pero nunca piensas que te puedes ver involucrado de verdad.

 Como ya no tomo las pociones fuertes vuelvo a ser dueña de mi cerebro y me he encontrado con que llevo una semana de retraso en mi vida. Anoche me asomé a la ventanita que hay en el pasillo de mi mazmorra y vi unos cuantos pergaminos enrollados todos atados a la reja. Eran peticiones de los duendes a los que a veces ayudo. Me había olvidado por completo de ellos. Esta mañana he ido a tratar de arreglarlo y han sido un poco comprensivos, pero aún así tengo que hacer lo mismo. Me esperan noches en vela a cambio de botellas con ninfas para conseguir sus favores. Al menos merecerá la pena.


 Otra cosa de la que me he dado cuenta es de lo mucho que echo de menos el jardín de la azotea. Con lo mal que tengo el cuello no me dejan subir las escaleras estrechas de caracol y una de ellas es la que lleva a la azotea. Allí suelo estar un rato con las flores, me gusta una Violeta, es más pequeña que las demás pero tiene el color más vivo.


 Espero que todo esto pase y vuelva la normalidad cuanto antes. Por lo menos vuelvo a estar un poco más contenta, aunque sólo sea la energía que me da pensar en todo lo que tengo que hacer, no puedo dejar a los duendes tirados. Voy todo el día como el conejo blanco de Alicia en el país de la Maravillas. No tan elegante, claro.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Crisis

 No sé qué me pasa. Después del accidente de vuelo todo ha sido un poco una mierda porque no me he curado bien y me duele mucho el cuello. No puedo hacer nada sin que me apuñale el dolor. En el castillo tengo que seguir trabajando igual que antes y veo que  no llego a lo que me piden. De todas maneras, tampoco tengo ganas. Yo siempre intento pasarlo lo mejor posible dentro de lo malo, me gusta escaparme al bosque, ir a ver a los dragones, lo que fuera para distraerme, pero ahora me paso el día entero con la cabeza en otro sitio por las pociones que me dan para el dolor y cuando tengo que hacer alguna tarea tardo días enteros cundo antes sólo tardaba unas horas. Salgo mucho más a intentar divertirme y no lo consigo, no sé si tiene que ver con el dolor o porque he vuelto a respirar demasiado gas en la mina de rubíes pero vuelvo a estar triste en general. He pasado ratos con el sapo y aunque en el momento no lo esté pasando mal, cuando vuelvo a mi mazmorra me siento mal por lo que he hecho, siento que me estoy engañando y no puedo parar.
 Me da miedo volver otra vez a ser como era antes. Todavía no sé cuándo volveremos al otro castillo, echo de menos muchas cosas, mi torre. Aquí todo me cuesta más y cuando me siento así sólo quiero ir a la mina de rubíes, pero ahora no puedo porque estoy vigilada todo el tiempo por el alquimista barato que ha contratado el troll para curarme. 
 Me siento como Woody cuando tiró a Buzz, pero volvería a tirarlo.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Accidente de vuelo

 Ayer el troll me mandó a comprar sal para su baño semanal. Últimamente se lava muy a menudo y parece más contento, no sé qué negocios se traerá entre manos. Lo bueno de este inusual buen humor es que en lugar de darme una mula para ir al valle de las lágrimas, me dejó ir volando.

 Cuando fui era media tarde, tuve que ir todo el rato tapándome los ojos para no quemármelos con el sol, pero me daba igual, con su permiso puedo volar sin preocuparme de que me pille la guardia y me corte las alas. Al llegar, estaban como siempre todas las almas llorando flotando encima del lago. Siempre me da pena ir porque es una de las peores condenas que hay, pasar la eternidad llorando por algo que no pudiste superar en vida. Sin embargo, los elfos que llevan el negocio de secar agua para conseguir la sal de las lágrimas son muy divertidos. Están todo el día haciendo bromas, ellos no oyen a las almas en pena, sólo ven sombras que brillan, entonces les parece un trabajo muy bonito. Así que después de pasar un buen rato con uno de los elfos, guardé las bolas de sal y emprendí el vuelo al castillo.


 Ya era de noche cuando sobrevolaba el bosque, pero se veía bien. Eso creía yo, porque justo cuando pasaba por encima de las setas de los gnomos un viejo montado en un pegaso me arrolló y en cuanto comprobó que seguía viva se fue porque llegaba tarde. Ni que fuera el conejo blanco. No me parece justo que la gente que vuela con pegasos use los mismos caminos que los que vamos a cuerpo, no es justo. Allí me quedé tirada con el cuello roto hasta que un fénix de la guardia nocturna me vio y me curó con una lágrima suya.


 Menos mal que con el nuevo humor del troll no me castigó por llegar tarde, eso sí, al día siguiente a trabajar como todos los días, aunque me sigue doliendo mucho.