jueves, 16 de febrero de 2012

Duendes que son buena gente

 Llevo una temporada que vuelvo a estar triste y no sé por qué. El castillo sigue igual que siempre, pero yo no me siento igual.

 El otro día no sabía qué hacer con mi vida, así que fui sin pensarlo detrás de una lechuza que anida en mi ventana hasta lo más profundo del bosque. Vi que hablaba con el duende de los ojos de musgo, ese que era tan bueno. Así que cuando se fue, me asomé y me atreví a pedirle un encargo nuevo, como los que me daba el año pasado. No pudo darme ninguno, pero me prometió que hablaría con un amigo mago que tiene en otra ciudad para ver si puede acogerme como pupila. Es sólo una pequeña esperanza, pero cada día miro el cielo desde la ventana de mi torre esperando una respuesta suya.

 También me he dado cuenta de que ya no tengo la necesidad de escribir tanto como antes por culpa del sapo. Antes estaba sola en el castillo, pero ahora le cuento todo lo que me pasa y ya no me apetece volver a hacerlo por escrito.

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