martes, 26 de abril de 2011

María Isbert

 Ha muerto María Isbert. Me lo acaba de contar un lechuza antes de acostarme y todavía no me lo termino de creer. Era de esas personas que no esperas que mueran nunca, no sé. Siempre me hacía ilusión verla, oír esa voz rasposa, las voces rasposas son de buenas personas, Me hubiera gustado tenerla de vecina, pero eso nunca pasa. La gente importante es vecina de otra gente que nunca soy yo porque yo no vivo en un sitio en el que venga la gente en manadas. Aquí sólo estamos el troll, el Hada Madrina, los elfillos y yo, además de los animales. La gente de fuera del castillo sólo trabajan en sus cosas sin más. No hay cerca ninguna María Isbert, ni Ana María Matute, otra mujer adorable. Espero que tampoco se muera nunca, que siga escribiendo despacio y haciendo esas entrevistas tan bonitas.

 ¿Por qué se muere gente buena? Las cosas buenas no se deberían morir, como los animales. O al menor podrían durar más y prepararse para ello, con calma, poco a poco, avisar a los demás para que puedan asimilarlo y no se lleven el golpe de repente. Por eso me cae bien Andrew, tuvo doscientos años para prepararse y esos fueron los que necesitó. Cada uno necesita su tiempo. 

 Yo soy muy egoísta y me gusta que lo que me gusta me sobreviva. Estoy pensando que es probable que mucha gente a la que no conozco pero sé que existe y me gusta lo que hace o ellos, se van a morir, y no quiero. Bueno también tengo familia que no quiero que se muera, no toda mi familia, sólo algunos. Nunca ha entrado en mi cabeza que a la familia hay que quererla por el hecho de serlo. Para mí todos empiezan igual y cada uno se gana lo que trabaja. El privilegio por nacimiento hace tiempo que pasó de moda en mis sentimientos. Lástima que no lo haya hecho en el resto del mundo. Para muestra un troll.

jueves, 21 de abril de 2011

Lluvia antes del viaje

 Hoy ha llovido, ha caído una tormenta. Sólo ha durado unos minutos, pero de repente parecía que el Señor Oscuro había conseguido dominar la Tierra y estaba destruyéndolo todo para crear un nuevo mundo bajo su poder, pero no. Sólo ha sido agua y granizo, muy fuertes.

 Es divertido cómo llueve por aquí. Lo que en otros lugares decide llover durante todo un día, en estas tierras cae todo junto en el mínimo tiempo posible. Yo creo que el que controla el clima de esta zona se cronometra para ver cuánto tarda en echar tantos litros y luego intenta batir su récord, esa es la posibilidad más plausible que se me ocurre. Me lo he pasado bien. Hacía sol y de repente y sin aviso nos han empezado a cae cubos de agua encima. Estábamos preparando la caravana para partir mañana y nos hemos tenido que resguardar corriendo. En cuanto se ha ido el viento he buscado cualquier excusa para poder salir bajo la lluvia y he tenido la suerte de que nadie había comprado pan para el viaje. He ido hasta el puente, donde vive el viejo chino que siempre vende lo que necesitas y he comprado dos hogazas calentitas y he podido pasear de vuelta al castillo despacio, abrazada al pan caliente, casi quería cerrar los ojos para disfrutar lo máximo del momento.

  Mañana nos vamos de viaje a un castillo pequeño que tiene que revisar el troll. Nos vamos unos cuantos criados con él porque seguramente habrá que darle un repaso y dejarlo reluciente para que el troll se quede satisfecho. Creo que vamos a estar tres o cuatro días, espero que no más porque no quiero perderme la feria de la lana de la semana que viene. Hay lanas de todos tipos y colores, vienen vendedores de sitios lejanos y lo mejor es que dan muestras para que puedas hacer cosas pequeñitas. No quiero trabajar el doble en el otro castillo por la misma recompensa (comida y cama), no me gusta, pero no puedo escaparme. Quiero estar todo el día en mi torre o en el bosque con un libro bonito y mucha lana para tejer. 

 Esta mañana he encontrado un libro en un armario, lo he secuestrado y lo tengo en mi habitación porque llevaba meses pensando en cómo conseguir dinero para ahorrar y poder comprármelo y hoy ha aparecido ante mis ojos, como un pequeño regalo.

 También ha sido curioso que, después de mencionarla hace poco, esta noche he visto Matilda. Hacía más de un año, creo, que no la veía y me sigue cautivando como el primer día, aunque me he dado cuenta de que algunas cosas no son tan bonitas como las recordaba. No importa, no deja de ser tan adorable como siempre. Yo también quiero leer tanto como ella, aunque no sea tan lista.


lunes, 18 de abril de 2011

Encuentro con un orco

Hoy tenía que enviar una carta del troll. Me gusta mucho enviar cartas porque en el castillo no tenemos lechuzas mensajeras y en la oficina de correos las hay a miles, de todos los colores y razas, cada una adecuada a su destino.

 Hemos ido el Hada Madrina y yo. Hacía mucho que paseábamos juntas, el troll se pone celoso. Ha hecho un buen día, soleado pero sin calor agobiante, se iba bien por las calles.

 El problema ha surgido a la vuelta, cuando iba yo tan contenta con la lechuza que nos han dejado para enviar la carta cuando en un callejón nos hemos cruzado con un orco que me ha parado y me ha preguntado cuánto oro quería por la lechuza. Yo le he intentado explicar que no era mía y que no se la podía vender pero me ha agarrado fuerte del brazo. ¿Es esa tu Hada Madrina? Yo me he visto salvada por un momento, pero no, ella ha contestado que no la metiera en eso, que la lechuza no era suya. El orco cada vez me agarraba más fuerte y sonreía con malicia. Pues si no me vendes la lechuza quiero una compensación, ven conmigo. Yo quería llorar y salir corriendo, pero no podía, y mi Hada Madrina sólo se reía a lo lejos, no sé por qué hacía eso. Al final me ha dado un beso y se ha esfumado, no he podido evitar vomitar. Nunca había estado tan cerca de un orco y espero no estarlo nunca más, es tan desagradable, tan áspero, asqueroso, como barro seco podrido, dientes rotos, agg.

 Mi Hada Madrina se lo ha tomado a broma, le ha hecho gracia que no sepa responder. No lo entiendo, me sentí como Matilda, descubrir que los que se supone que te cuidan no lo hacen y además te desprecian. Pero a diferencia de ella, yo todavía quiero a mi Hada.

Excursión por el bosque

Hace unos días encontré aquél gremlin que se había escapado del desván, por suerte no se había reproducido, lo malo es que me lo encontré seco detrás de una cómoda donde guardamos sábanas. Me dio pena, aunque había estado todo este tiempo preocupada y había pedido ayuda a Artemisa sabiendo que tiene cosas más importantes que hacer, no quería que muriese. Quería atraparlo y llevarlo al bosque, de donde no debería haber salido.

 Así empezó mi excursión al bosque, no tuve valor para tirarlo a la basura, necesitaba enterrarlo. Pensé en decírselo al elfillo, pero creo que hice bien dejando que creyera que se había ido del castillo al ver que no había plaga de gremlins


 Esa misma tarde terminé todas mis tareas lo más rápido que pude, llené mi mochila con bocadillos y agua y me fui al bosque.


 Hacía años que no iba al bosque y era la primera vez que iba sola, reconozco que me dio miedo y a la media hora ya estaba de vuelta en el castillo para que Lou me acompañara. Es un amor, un poco pesado, pero siempre dispuesto a acompañarte a donde sea, le encanta salir del castillo.
 Estuvimos paseando hasta que empezó a anochecer y por fin encontré un sitio para enterrar al gremlin. Hice el agujero lo más profundo que pude con la poca fuerza que tengo, y allí lo enterré. Me gustaría saber hacer magia, aunque fuera magia básica para no depender de mi fuerza, pero creo que quedó bastante digno.
Hice bien en llevarme a Lou, porque no fui capaz de encontrar el camino por el que habíamos llegado hasta allí y Lou se guió bastante bien por el olfato. Nos paramos a comer un poco a la vera del camino y de paso descansar. Lou se dedicó a explorar, es feliz dando vueltas oliéndolo todo. Tardaba ya en volver y cuando le llamé no venía, fui a buscarlo y se estaba revolcando en un charco de lodo, como una fiesta que él solo se había montado. No me importa que se manche, es divertido bañarlo, pero oí unas vocecillas pidiendo ayuda y cuando me acerqué a él vi que el charco estaba lleno de renacuajos, bueno, de lo que quedaba de ellos porque la mitad habían salido disparados en todas direcciones. Grité y saqué a Lou de allí como pude. No me podía ir y dejarlos allí con todo el estropicio que se había formado. Intenté arreglar un poco el charco y eché todo el agua que me quedaba.
 Lou enseguida se cansó de estar allí y quería volver al castillo o a cualquier otro sitio pero yo me tenía que quedar allí y cuidar los renacuajos. Lou se fue y me dejó sola. Pasé la noche al lado de los renacuajos, sorprendentemente no apareció nada durante la noche o al menos no me desperté ni me hicieron nada salvo unas cuantas picaduras. Cuando amaneció fui en seguida a ver a los renacuajos, pero estaban todos muertos, flotando. No pude evitar llorar.


 Cuando volví al castillo me gané un castigo del troll por dormir fuera sin permiso y una charla sobre mi ignorancia sobre los animales.


 Creo que en parte tenía razón. Todos los animales que tienen algo que ver conmigo, sean mágicos o no, suelen acabar mal. 

sábado, 2 de abril de 2011

Duendes y cuevas

Todo ha cambiado de rumbo, no sé si para mejor o para peor, me ha llegado un susurro del bosque que dice que el duende gigante ha conseguido comunicarse con su comunidad y que mañana van a venir a ver mis dragones. En principio es bueno, pero ahora creo que no estoy preparada, como era para el lunes y seguramente el duende no podría escapar tan pronto de la salamandra se hielo, me había relajado un poco en mantener brillante la caseta de los dragones. Así que mañana, después de mi clase de música, tendré que volar y dejarlo todo lo mejor que pueda, no está mal, pero quiero que esté lo mejor posible y no sé si puedo contar con alguna de mis compañeras o tendré que acabarlo sola.


 Por otra lado bien lejano a este asunto, anoche cedí a la tentación y después de meses durmiendo en mi torre como una niña buena, no resistí más y fui a la mina de rubíes, algo que creía que ya tenía superado. El viaje me recordó mucho al de Los Goonies, pero con unos motivos y un final bien diferentes. Allí volví a conversar con los demonios durante horas, dejándolos succionar trocitos de mi alma por cada rubí que tocaba mis manos. No quiero volver, pero no puedo evitarlo, son tan suaves y brillantes que la paz que siento al estar allí no la consigo ni apoyando la cabeza sobre el ronroneo de Rolly en la cama.
 Quiero que alguien cierre esa mina, por favor, quiero ir una noche y encontrarme la entrada tapiada y todas las salidas de emergencia atadas con cadenas mientras se destruye la mina desde lo más hondo. Que los demonios que viven allí no salgan del centro de la Tierra, entiendo que todos nos tenemos que alimentar, pero me parece un abuso que recurran tan a menudo a mí, no entiendo qué es lo que ven de especial en mí que les resulta tan atractivo.