lunes, 18 de abril de 2011

Encuentro con un orco

Hoy tenía que enviar una carta del troll. Me gusta mucho enviar cartas porque en el castillo no tenemos lechuzas mensajeras y en la oficina de correos las hay a miles, de todos los colores y razas, cada una adecuada a su destino.

 Hemos ido el Hada Madrina y yo. Hacía mucho que paseábamos juntas, el troll se pone celoso. Ha hecho un buen día, soleado pero sin calor agobiante, se iba bien por las calles.

 El problema ha surgido a la vuelta, cuando iba yo tan contenta con la lechuza que nos han dejado para enviar la carta cuando en un callejón nos hemos cruzado con un orco que me ha parado y me ha preguntado cuánto oro quería por la lechuza. Yo le he intentado explicar que no era mía y que no se la podía vender pero me ha agarrado fuerte del brazo. ¿Es esa tu Hada Madrina? Yo me he visto salvada por un momento, pero no, ella ha contestado que no la metiera en eso, que la lechuza no era suya. El orco cada vez me agarraba más fuerte y sonreía con malicia. Pues si no me vendes la lechuza quiero una compensación, ven conmigo. Yo quería llorar y salir corriendo, pero no podía, y mi Hada Madrina sólo se reía a lo lejos, no sé por qué hacía eso. Al final me ha dado un beso y se ha esfumado, no he podido evitar vomitar. Nunca había estado tan cerca de un orco y espero no estarlo nunca más, es tan desagradable, tan áspero, asqueroso, como barro seco podrido, dientes rotos, agg.

 Mi Hada Madrina se lo ha tomado a broma, le ha hecho gracia que no sepa responder. No lo entiendo, me sentí como Matilda, descubrir que los que se supone que te cuidan no lo hacen y además te desprecian. Pero a diferencia de ella, yo todavía quiero a mi Hada.

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