lunes, 28 de marzo de 2011

No te fíes de los duendes

 Después de un duro fin de semana persiguiendo dragones, esta mañana he recogido el último dragón. No lo pude guardar anoche porque recordé bien tarde que hoy había revisión en una de las plantas del castillo y tenía que darme una vuelta por ella para comprobar que todo estaba en orden, al final estuve hasta casi el alba limpiando debajo de las alfombras por si miraban ahí.


 Pero hoy no ha servido de mucho todo lo que he hecho. La revisión la he pasado con nota, parece que conservaré la revisión de esa planta hasta el invierno, que es cuando toca la próxima revisión, sólo miraron debajo de una alfombra, así que no fue un esfuerzo inútil, sin embargo a los tapices ni se acercaron, con lo bien que los tengo siempre. El asunto de los dragones y el duende gigante ha sido una catástrofe en fase de tentativa. Mientras esperaba al comité de revisión apoyada en el alféizar de una de las ventanas del pasillo, se ha posado un mochuelo, en apariencia inocente, pero que ha resultado ser un mensajero del duende. El mochuelo ha recitado un poema en el que explicaba que el duende ha sido atrapado por una salamandra de hielo de las que viven en el lago y que no sabe cuándo podrá escapar. Así que me he quedado con cara de seta, y aunque estaba enfadada he tenido que ir a relucir la caseta de los dragones igualmente porque ahora no sé qué día va a aparecer el duende gigante por el prado. Aunque sólo sea por cabezonería, quiero el favor de la ninfa, algo para contarle a mis nietos.

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