sábado, 10 de septiembre de 2011

Historia de un Sapo. Parte II

   Me pasé toda la semana pensando en ella, obsesionado con su mirada y con su sonrisa, y pensando si sería capaz de reconocerme entre los otros sapos, o solo era uno más, con el que había compartido unos buenos momentos, una noche de verano...
  Así que decidí que volvería a verla, y no pararía hasta conseguir que sus ojos me miraran y su sonrisa fuera solo para mí (no sé si lo he dicho ya, pero los sapos somos muy cabezones por naturaleza). Así que aproveché la primera oportunidad que tuve y me planté delante de ella con mis mejores galas y mi mejor sonrisa... ¡y funcionó! conseguí que esa noche sonriera también. Y a la semana siguiente, quedamos para dar un paseo por la feria de los sapos, y hasta estuvimos trabajando un poco en ella, a cambio del pago habitual, algo de sal para el castillo... (los sapos pagamos con sal en vez de con dinero.. algún día os contaré el porqué de esta costumbre).
 Y así pasaron las semanas... yo estaba seguro de que en su interior, estaba creciendo algo por mí, y mis sentimientos se hacían más fuertes cada vez que ella sonreía... pero también me daba cuenta de que había barreras que tendría que superar, casi desde el principio, supe ver que no sería tan fácil escalar a su corazón, como a la torre de su castillo. Pero no me podía rendir... no está en mi naturaleza.
 Poco a poco, conseguí romper las barreras que había a su alrededor, y que confiara en mi... dedicamos nuestro tiempo libre a vernos, no era necesario hacer nada especial, no hacía falta demostrarse nada el uno al otro... solo pasar el tiempo juntos, y disfrutar hablando, riendo, jugando... poco a poco, estamos construyendo algo. Paso a paso recorremos un camino juntos, y no sabemos donde nos llevará, pues nadie lo sabe cuando lo emprende... solo sé que me gusta estar con ella, y a ella le gusta estar conmigo... y que cada vez que encontremos una piedra en el camino, la saltaremos juntos. Cada vez que perdamos el rumbo, lo encontraremos entre los dos. Cada vez que un arrollo cruce el camino, cuatro manos levantarán un puente... lo podemos conseguir, yo creo en nosotros… no sé si lo he dicho ya, pero los sapos somos muy optimistas.
Croac... croac...
 

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