martes, 6 de septiembre de 2011

Cambio de castillo

 Hoy nos hemos trasladado al castillo nuevo. De momento me da miedo. Es muy grande, no conozco a nadie y no tengo un sitio para mí, me han dicho que ya me darán uno si me quedo. Mi trabajo de momento es servir al troll como de costumbre, pero aquí no hay dragones para cuidar. Un viejo supervisor me dijo que en el patio de atrás tienen unas cuantas mantícoras y que probablemente me toque cuidarlas pronto porque los que se dedican a eso suelen durar poco. A mí me gustaban mis dragones, eran peligrosos, pero yo ya les había cogido el punto y no me solían hacer mucho daño.

 Bueno, todavía queda una pequeña posibilidad de que el troll decida que volvamos a nuestro castillo de siempre. Si no consigue vender a buen precio la cosecha de este verano, lo más seguro es que se enfade, le de una paliza al primer criado que se cruce en su camino y después todos al castillo tan contentos. Mi Hada Madrina tiene un poco de razón, a lo mejor este castillo no es tan malo y sólo necesita una oportunidad. Vale que no es Harrenhal, pero no termina de convencerme. De todas maneras y como siempre, tendré que hacer lo que me toque, quiera o no.

 Y como no podía ser de otra manera, para que le coja más cariño a este sitio, hay una mina de rubíes que brilla todas las noches en el límite del bosque. He pasado la primera noche metida allí casi sin descanso, cómo me odio por ir, pero es que el brillo es tan bonito.
 Espero que el sapo encuentre el camino a este nuevo sitio, me fui sin poder despedirme y noto su ausencia, quiero tocar esa piel que antes tanto rechazo me producía. Estoy como Gary sin su galleta.

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