jueves, 26 de mayo de 2011

La feria (1ª parte)

 He pasado unos días en la feria. Ha sido muy divertido, empezó la semana pasada y todavía sigue, no sé hasta cuándo.
 El primer día fuimos por trabajo, llegó el troll y nos metió en una caravana a todos los sirvientes del castillo sin muchas explicaciones. Fue raro porque los dos primeros carruajes ibas cargados de las piezas de costura que hacemos y yo no había vista a nadie cargarlas ni ningún movimiento raro los días anteriores. Después de tres días ininterrumpidos de viaje (los elefantes rosas pueden llegar a ser muy resistentes) llegamos a la feria, durante el trayecto no sé si pasó algo interesante, no hablo con ningún sirviente humano del castillo así que me metí en un carruaje pequeñito donde iba la comida que olía muy bien, de vez en cuando llegaban gritos de alegría o enfado desde los otros carruajes pero no me apetecía intervenir, tenía libro para leer, Alicia me acompañó todo el rato, incluso una noche en sueños.
 En la feria descargamos todo el material y lo vendimos por la tarde, parece que las cosas hechas a mano todavía se aprecian, aunque puede que también influyera en la venta que el precio sólo incluye el material y el margen de beneficio, la mano de obra no huele ni una moneda. Pero me gusta pensar que lo vendimos todo porque era bonito. El troll nos dejó allí y dijo que volvería en unos días, cuando hubiéramos vendido al menos la mayoría de las piezas, jaja, no sabe lo bien que nos lo pasamos, las primeras vacaciones de mi vida.
 Cuando nos fuimos a dormir, hice un esfuerzo como me aconsejó mi Hada Madrina e intenté integrarme con los demás. Tardé más de dos horas en dar el primer paso, pero después no dolió tanto. Con estar presente valía, yo creía que había que intervenir, pero claro, a nadie le importaba lo que yo había mientras no molestara, así que me dediqué a observar y aprendí mucho sobre cómo se comportan, cómo esperan las respuestas, cómo saben qué tienes que hacer y qué esperan los demás que hagan y todo así, tan natural sin pensarlo. No creo que yo pueda llegar a ese nivel nunca. Con lo fácil que es estar sentada a lado de un gato y disfrutar, sin tener que decir nada, de vez en cuando un comentario y todos contentos. Además, la gente no es suave, a mí me gustan las cosas suaves, si no ¿cómo las vas a acariciar?
 Sólo aguanté un rato. Cuando me aparté de los demás vi a Lou, que nos había perseguido, cómo quiero a ese cabezón, pude dormir abrazada a algo calentito y suave, como a mí me gusta.

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